Todos los días vivimos bajo riesgo. Los riesgos que provienen de la naturaleza son muy visibles: inundaciones, terremotos, huracanes; hay riesgos sociales como la delincuencia, accidentes viales, encuentros con psicópatas. Pero ¿qué hay con aquellos riesgos inadvertidos en actos tan comunes como la necesidad de alimentarnos? Claro, sabemos que la comida puede contener patógenos y materia extraña. Hoy hablaremos de los plaguicidas en alimentos.
Los plaguicidas son las sustancias, naturales o artificiales, utilizadas en la eliminación de las plagas, principalmente de insectos, aves, roedores y malezas, ya sea de nuestro entorno citadino o rural. Esto puede parecer aceptable, ya que las plagas causan afectaciones en nuestra vida diaria: dañan los cultivos, merman los inventarios, infestan casas y edificios, transmiten enfermedades y compiten por espacio y alimento.
Para ello, desde los albores de la humanidad las hemos tratado de combatir, primero en una lucha de iguales, donde los humanos pusimos barreras o usamos sustancias presentes en la naturaleza como el azufre y el arsénico para alejar las plagas, o en una guerra sucia – literalmente hablando – usando químicos creados en laboratorio para eliminarlas.
Las consecuencias a la salud de los altos niveles de residuos de plaguicidas en los alimentos que consumimos van desde enfermedades degenerativas y disfunción orgánica hasta efectos en los cromosomas.
El problema de los residuos de plaguicidas es que no se perciben con los sentidos. Se requiere de pruebas de laboratorio algo complejas, como la cromatografía de gases, para poder detectarlos.
Otro problema es que sus efectos son a largo plazo, dado que se acumulan lentamente en nuestro organismo y el daño pasa desapercibido. Alguien podría sugerir consumir alimentos orgánicos: claro, si están disponibles o si tienes el dinero para pagarlos, ya que su precio suele ser muy alto.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, conocida como FAO, en conjunto con la Organización Mundial de la Salud, administran conjuntamente una agencia llamada CODEX Alimentarius. Esta agencia produce, entre otras cosas, las normas globales para el establecimiento de niveles seguros de plaguicidas en nuestros alimentos y en el ambiente.
Algunas entidades gubernamentales ecológicas o de salud establecen regulaciones sobre residuos de los plaguicidas de última generación o establecen medidas y controles para su uso, y determinan la presencia de tales residuos en los alimentos que se comercializan internamente o en el comercio global, a través de muestreos y análisis de alimentos importados o exportados.
Algunos ejemplos de esas agencias gubernamentales son la Comisión Federal de Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) del gobierno de México, la Agencia para la Regulación de Alimentos y Fármacos (FDA) de los Estados Unidos y el Ministerio de Salud de Canadá. Coadyuvan en el establecimiento de los límites máximos de residuos de plaguicidas en alimentos o participan en la vigilancia para su cumplimiento en nuestra región.
Pues aquí es donde se vuelve interesante el asunto. Desde hace décadas, Estados Unidos hace seguimiento puntual de los residuos de plaguicidas en alimentos. Y dado que el 85% de las exportaciones agroalimentarias de México van a ese destino, el actuar del FDA se convierte en una medición indirecta de qué tan buenos son los productores mexicanos para aplicar las buenas prácticas de uso y manejo de plaguicidas.
Existe el consenso de que las exportaciones representan lo mejor de nuestra producción ya que pasan por diversos controles e inspecciones.
Algunas normas oficiales y parte de nuestra legislación agrícola tratan el tema, pero de forma somera y muy distante de las regulaciones que existen en Estados Unidos o Canadá, lo que hace que los productores se enfoquen en cumplir lo que exigen las leyes de esos países, dejando de lado los controles cuando se trata de vender sus productos en el mercado nacional, donde no hay análisis de plaguicidas necesarios para su puesta en el mercado.
¿Y que evidencia tenemos de ello? Pues los resultados publicados de forma constante por el FDA sobre los residuos peligrosos de plaguicidas presentes en los alimentos mexicanos exportados a ese país. Veamos:
En el periodo de 2014 a 2021, el FDA ha rechazado el ingreso de 1,882 embarques de alimentos de México por la presencia de residuos violatorios de plaguicidas. EL 62% de los casos ocurre en los siguientes productos: cilantro, hortalizas de hoja, chiles frescos, nopales, limón, rábanos, fresas frescas y procesadas, ejotes y papayas. Otra parte, pepinos, apios, tomates, tunas, lechugas, pimientos, higos y espinacas contabilizan otro 20%. El resto se divide en otros alimentos frescos y procesados.
Se darán cuenta que los productos más contaminados en esta lista forman parte de nuestra dieta cotidiana.
El 50% de los productos contaminados rechazados para ingreso a Estados Unidos por el FDA fueron producidos en Baja California, Puebla, Michoacán y Sinaloa. Los productos de Nuevo León, Chihuahua, Guanajuato, Jalisco y Morelos aportan otro 20% a esta lista de alimentos con residuos peligrosos de plaguicidas.
Dos buenas noticias. La primera es que la presencia de residuos violatorios de plaguicidas en alimentos exportados de México a Estados Unidos cada vez es menor: de 2014 a la fecha, los rechazos por esta causa parte del FDA se han reducido a una tasa de 13% anual, mientras que las exportaciones han crecido 60% en ese periodo.
La segunda buena noticia es que el gobierno federal lanzó en el año 2019 el Programa Nacional de Monitoreo de Residuos de Plaguicidas en Vegetales ejecutado por el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA), aunque continuamos esperando se publiquen los resultados de dicho programa. ¿Se ha preguntado que hace COFEPRIS en cuanto a este tema? Nada, gracias por preguntar.
Quizá nuestro suministro de alimentos es seguro, pero lo que no se mide, no se puede mejorar. No se trata de ser sensacionalistas o de crear pánico, pero los consumidores informados y conscientes de los riesgos que están presentes en alimentos demandarán a los productores mejores esfuerzos y al gobierno mejores controles. Los resultados de los programas de monitoreo de residuos tóxicos en alimentos deben ser publicados, sin ocultar los problemas existentes. Ya lo decía el poeta: nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.