Conecta con nosotros

Opinión

Meméxico lindo y…

Publicado

el

La realización de la consulta de revocación de mandato resultó ser todo lo que esperaba: un circo de tres pistas. La primera de ellas es la lectura que el propio presidente López Obrador y Morena hicieron de los resultados; la segunda, las cifras de participación ofrecidas por el Instituto Nacional Electoral (INE), y la tercera, la comunicación política que dejó este ejercicio democrático.

Para el jefe del Ejecutivo y sus aliados, la consulta fue todo un éxito que refrenda la popularidad del Primer Mandatario y de su gobierno, a pesar, de acuerdo con el tabasqueño, de las trampas del INE, a quien acusó de instalar sólo una tercera parte de las casillas que se tuvieron en la elección de 2018. Como dato relevante cabe decir que el mandatario federal anuló su voto al escribir en la boleta: “Viva Zapata”.

De acuerdo con cifras de INE, la consulta de revocación de mandato tuvo una participación ciudadana, con el 99.59% de las actas computadas, del 17.70%, lo que se traduce en 16 millones 437 mil 493 votos. Los sufragios ciudadanos se dividieron de la siguiente forma: “Que se le revoque” 1,059,739 (6.44%); “Que siga” 15,100,460 (91.86%), y “Nulos” 277,422 (1.68%).

Muy lejos quedó el tan pretendido 40% que deseaba alcanzar López Obrador. La consulta no resultó, ni de cerca, ser vinculante, pese al quebranto de la ley por parte de funcionarios federales, como el secretario de Gobernación, gobernadores morenistas, Claudia Sheinbaum, Mario Delgado y presidentes municipales, que ilegalmente y en pleno desafío a la autoridad electoral promovieron la consulta.

La comunicación política que dejó la consulta de revocación de mandato es contundente y ubica en la realidad al presidente y a su partido Morena. El fracaso de este ejercicio democrático materializó el desaire de las y los mexicanos.

El tabasqueño perdió por lo menos15 millones de los votos que recibió en el proceso electoral de 2018. Con su nulo interés, sólo 2 de cada 10 mexicanos acudieron a votar, los ciudadanos le dijeron a López Obrador que se ponga a trabajar y deje de polarizar a la sociedad. La voz ciudadana fue poner un alto al despilfarro y a las politiquerías.

En ese sentido, cabe señalar que la consulta tuvo un costo de mil 700 millones de pesos, dinero que terminó siendo tirado a la basura, pues al no ser vinculante no tiene ninguna validez oficial. Ese derroche inútil pudo ser destinado a la compra de medicinas oncológicas o al apoyo a la inversión y el empleo, entre otros apuros que apremian a las y los mexicanos. El mensaje arrojado por la consulta de revocación de mandato es claro: la mitad de los votantes que confiaron en López Obrador en 2018 están decepcionados de él y de su gobierno. Están cansados de sus mentiras y pretextos, así como del uso político de las instituciones para amedrentar a los opositores. La consulta fue un gran fracaso y parafraseando el lema morenista: “tengan para que aprendan”.

Continuar leyendo

Opinión

Rituales políticos, legitimación del poder para Sheinbaum

Publicado

el

***Por Alejandro Gamboa

Hace unos días, México fue testigo de un evento profundamente simbólico y emotivo cuando Claudia Sheinbaum, recibió el bastón de mando en una ceremonia cargada de rituales ancestrales. Este acto va más allá de la política cotidiana; es una manifestación tangible de cómo los rituales políticos desempeñan un rol crucial en la construcción simbólica del poder, marcando una transición clave en la jerarquía política del país.

A través de este acto ceremonial, Sheinbaum no solo asumió una posición formal de liderazgo, sino que también se conectó con mitos, símbolos y tradiciones profundamente arraigadas en la cultura mexicana.

Como bien argumenta la teoría sociológica de Émile Durkheim, los rituales son prácticas simbólicas que contribuyen a la cohesión social y al establecimiento del orden sagrado. En este caso, la entrega del bastón de mando no es un simple protocolo, sino un vehículo para dramatizar y legitimar el poder, integrando lo moderno y lo ancestral en un mismo espacio político.

Durkheim, al analizar el rol de los rituales, destaca que estos refuerzan las creencias colectivas y estructuran las identidades, y eso es precisamente lo que vimos en esta ceremonia: una reafirmación de la identidad colectiva mexicana y una renovación de la legitimidad política.

En mi opinión, ver este evento desde esta óptica ayuda a comprender la importancia de los rituales en las sociedades complejas. Para Durkheim, los rituales políticos no sólo estructuran la política moderna, sino que también son esenciales para formar y mantener la cohesión social. A través de ellos, los ciudadanos encuentran un sentido de pertenencia, y los líderes, como AMLO o Sheinbaum, legitiman su poder al situarse dentro de una tradición histórica y cultural.

Este tipo de ceremonias, más que un simple acto político, son un reflejo de la teatralidad inherente al poder en las sociedades informatizadas. La política no se sostiene únicamente en argumentos racionales y decisiones estratégicas, sino que depende también de la producción de imágenes, la manipulación de símbolos y la representación ceremonial del liderazgo.

Los rituales políticos, como los observados en esta ceremonia, tienen la capacidad de transmitir las creencias tradicionales y formar identidades colectivas. En el caso de Sheinbaum, recibir el bastón de mando bajo rituales ancestrales envía un mensaje claro de continuidad y respeto por las tradiciones, al mismo tiempo que proyecta su visión de liderazgo hacia el futuro.

Este acto no sólo legitima su poder a los ojos del pueblo mexicano, sino que también reafirma su lugar dentro de una narrativa más amplia de legitimidad tradicional que ha caracterizado la política mexicana.

Al analizar este evento bajo el lente de la teoría ritual de Durkheim, también podemos desafiar la idea de que el comportamiento político siempre sigue una lógica utilitaria y racional. Las emociones, las creencias colectivas y las normas juegan un papel esencial en la toma de decisiones políticas.

Los rituales como este, en los que lo sagrado y lo político se entrelazan, tienen el poder de generar una comunidad moral, reforzando la unidad entre los individuos y la autoridad política. En este caso, Sheinbaum se convierte en un símbolo que une a los mexicanos, apelando tanto a las creencias modernas como a los valores tradicionales.

Por otro lado, es importante reconocer que los rituales políticos no solo promueven la integración y la cohesión social, sino que también pueden reflejar tensiones internas.

Las fiestas cívicas y las ceremonias públicas, aunque refuerzan la unidad, también evidencian las dinámicas de poder y las posibles fracturas sociales. Esto es clave para entender cómo, en algunos casos, los rituales de rebelión pueden ofrecer un espacio controlado para la expresión de tensiones sin desestabilizar el orden.

Aunque el evento reciente no fue de carácter conflictivo, nos recuerda que los rituales políticos tienen una dimensión dual: pueden ser mecanismos de integración, pero también reflejan y gestionan los conflictos inherentes en la estructura social.

La ceremonia en la que Claudia Sheinbaum asumió el bastón de mando, rodeada de rituales ancestrales, es un ejemplo claro de cómo los rituales políticos dramatizan y legitiman el poder. Este tipo de actos no son meras formalidades; son momentos en los que el poder se representa, se transmite y se asegura.

Durkheim estaría de acuerdo en que los rituales, como los observados en este evento, no sólo ayudan a mantener la estructura social, sino que también permiten a los líderes políticos conectarse con su pueblo a través de símbolos y ceremonias cargadas de historia y emoción.

***Alejandro Gamboa

Licenciado en periodismo con estudios en Ciencia Política y Administración Pública (UNAM) Enfocado a las comunicaciones corporativas. Colaboró como co editor Diario Reforma. En temas de ciencia y comunicación en Milenio y otros medios digitales. Cuenta con 15 años dedicado a las Relaciones Públicas. Ha colaborado en la fundación de la Agencia Umbrella RP. Ha realizado trabajos como corrector de estilo, creador de contenidos y algunas colaboraciones como profesor en escuelas locales.

Síguenos en nuestras redes sociales.

www.facebook.com/ArzateNoticias 

www.twitter.com/ArzateNoticias

Continuar leyendo

Opinión

Disonancia cognitiva colectiva: efecto AMLO

Publicado

el

La llegada de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) al poder en 2018 marcó un antes y un después en la política mexicana. Su discurso, centrado en la lucha contra la corrupción y en la reivindicación de los sectores más vulnerables, atendió el desencanto democrático que arrastró la sociedad después de corroborar que la alternancia en el año 2000 no benefició a la mayoría. Sin embargo, a lo largo de su mandato, el contraste entre lo que fueron sus grandes ideales de vida y las acciones tomadas en el ejercicio del poder, provocaron una especie de disonancia cognitiva social.

Se trata de un fenómeno en el que una gran parte de los mexicanos al enfrentar contradicciones entre las promesas trascendentales de justicia social, transparencia y desmilitarización del presidente y las acciones opuestas que tomó e implementó durante su mandato, optó por racionalizar y justificar dichas incongruencias para mantener su apoyo y lealtad al líder.

Este proceso tiene implícita una negación o minimización de la traición a los principios originales. Sin plena consciencia, la nueva elasticidad de los valores de la mayoría se convirtió en una flagrante violación a los mismos.

El combate sistemático que emprendió el gobierno en contra de la verdad, la codependencia de los programas sociales y la profunda e histórica necesidad del pueblo mexicano por encumbrar a “alguien” que personifique y de voz a los agraviados para combatir a las élites, fueron la combinación perfecta para que Andrés Manuel López Obrador, hábil en la identificación de las carencias materiales, identitarias y culturales, pudiera encontrar espacio para, con alevosía, emprender venganzas, explotar el rencor y sobre todo, ser desleal a sí mismo y a lo que representaba.

Culmina un sexenio en el que la tensión entre las expectativas y realidad se resolvió minimizando la importancia de los evidentes extravíos del mandatario, culpando a factores externos o a “enemigos” que, según el presidente, intentaban frenar la autodenominada “Cuarta Transformación”. Al apelar constantemente a un lenguaje de “ellos contra nosotros”, el presidente logró que muchos de sus seguidores reconfiguraran sus creencias para ajustarlas a la nueva realidad, manteniendo su apoyo a pesar de que las evidencias apuntaban en dirección contraria.

Las promesas de cambio se enfrentaron a una realidad llena de viejas prácticas. La militarización y el autoritarismo –cooptando todo a su paso– emergieron como solución pragmática a la incompetencia y la mediocridad en los resultados.

El pueblo optó por la fe. La disonancia cognitiva social llegó a contaminar el sentido de pertenencia. La mayoría prefirió abrazar las contradicciones de su líder antes que enfrentar la posibilidad de ser traicionados por él. Mientras que todo aquel que disintiera a los deformados nuevos preceptos sería señalado y aislado, pues representa a los “otros”, al enemigo.

Implementó lo que tanto criticó del sistema de clientelismo priista: dinero directo que se configuró como el mecanismo perfecto para comprar paciencia, tolerancia y complicidad. La dependencia económica como estrategia de control. Los errores del líder fueron perdonados en nombre del apoyo recibido. La incertidumbre de perder al caudillo es más temible que soportar sus traiciones.

El ciclo del abuso se reforzó con cada justificación. AMLO golpeó y violentó al país con decisiones contrarias a lo que él mismo estipuló antes de asumir el poder; el pueblo aceptó el castigo y se dijo asimismo que era por su bien. Así, el poder se mantuvo y la fe en el líder siguió intacta.

La disonancia cognitiva social se convirtió en el principal pilar de su liderazgo. La narrativa del cambio, el resentimiento y la lucha en contra de los enemigos –auténticos y ficticios– fue más potente y seductora que la propia realidad.

AMLO logró que los mexicanos prefirieron el consuelo de la ilusión a la dureza de la verdad. La traición reinterpretada como sacrificio. El resultado: existen ciudadanos quienes ponen a “debate” los resultados e inventan “nuevos enfoques” o “perspectivas” para medirlos. Encuentran formas para “argumentar” que 200 mil homicidios no es un fracaso de una estrategia en materia de seguridad.

“Justifican” que niños con cáncer sigan sin tener medicamentos. Toleran los ataques hacia las madres que con sus uñas rascan la tierra para encontrar a sus hijos. Voltean hacia otro lado a los señalamientos de corrupción sobre los hijos del presidente y sus amigos. Ignoran los nuevos negocios de la cúpula militar; minimizan el espionaje a periodistas y ciudadanos; aceptan el chiste de mal gusto que implica la narrativa de Dinamarca sobre el sector salud con una megafarmacia que ronda los 3 mil 614 millones para despachar 3 recetas por día; fingen mantener optimismo ante la peor deuda pública en los últimos 4 sexenios.

De paso menosprecian Ayotzinapa, Segalmex, y los asesinatos de activistas ambientales, periodistas y defensores de derechos humanos; así como la migración forzada por violencia de indígenas en Chiapas, Oaxaca.

Promueven un feminismo de papel que sólo terminó por exhibir a las mujeres a su alrededor. Les parece de lo más común que en una democracia moderna es que el hijo consanguíneo del líder forme parte de la plana mayor partido en el poder. Lo celebran. Consideran que el nuevo periodismo mexicano es asistir a la conferencia mañanera a participar en rifas, tomarse una foto y recibir de vez en vez un desayuno.

Todo lo anterior, por una sensación falsa de supremacía, de supremacía de los históricamente agraviados. Toleran todo con tal de acariciar la sensación de que, ahora sí, no son los chingados, si no los chingones, en términos de Octavio Paz. Dejaron de ser los hijos de la chingada, de la Malinche. Del México abierto y vejado. Se rebelaron… aunque solo sea una ilusión que fractura la sociedad y que aprovecha y alimenta un líder narcisista para maquillar su fracaso.

Es cierto, Andrés Manuel López Obrador será un líder de izquierda sin parangón que cuando llegó a ser presidente lo traicionó todo, inclusive a él mismo. Se suma a la historia como un mandatario más, tal vez con el diferencial de que ha sido uno de los que más lastimó al Estado mexicano, visto como un conjunto de normas y valores que nos rigen… porque lo que fue y promovió, no somos.

Miguel Ángel Romero Ramírez

Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia. X: @MRomero_z

Continuar leyendo

Opinión

Conservadurismo y contradicciones por el poder en México

Publicado

el

***Por Alejandro Gamboa C.

A lo largo de la historia política de México, el conservadurismo ha estado marcado por una dualidad que oscila entre la defensa de valores tradicionales y la ambición por el poder, incluso a costa de sus propios principios.

En el siglo XIX, los conservadores mexicanos no dudaron en solicitar la intervención de potencias extranjeras, como Francia, para imponer un sistema monárquico frente a las reformas liberales impulsadas por Benito Juárez y su Constitución de 1857.

Este patrón de recurrir a influencias externas continuó durante el siglo XX, aunque de manera más sutil. A medida que México avanzaba hacia la modernización y la institucionalización de una República laica, el conservadurismo pasó de defender los valores católicos a adaptarse a un nuevo escenario político, donde lo moral y lo religioso se convertían en herramientas de control.

En su lucha por contrarrestar las políticas liberales, los conservadores no siempre se mantuvieron fieles a sus principios, haciendo alianzas estratégicas que les permitieran mantenerse en posiciones de poder.

Durante la primera mitad del siglo XX, el conservadurismo se posicionó como un bloque opositor frente a las reformas educativas y sociales, rechazando las políticas que buscaban un estado laico y socialista. Sin embargo, con la llegada del neoconservadurismo en las últimas décadas, este movimiento empezó a asumir un papel más pragmático, estableciendo alianzas con otros grupos religiosos, como los evangélicos, en su lucha por mantener el control moral en la sociedad.

Una de las grandes contradicciones del conservadurismo mexicano fue su disposición a aliarse con movimientos y actores políticos que, en apariencia, contravenían los valores cristianos que decían defender. Esta flexibilidad táctica permitió a los conservadores ocupar importantes espacios de poder, especialmente a través del Partido Acción Nacional (PAN), que se consolidó como la principal fuerza política conservadora en México a finales del siglo XX.

La inevitable influencia extranjera

Si bien el conservadurismo mexicano ha sido históricamente visto como el defensor de la moralidad y el orden, su gusto por lo extranjero, tanto en términos de influencia cultural como de apoyo político, ha sido una constante. Desde el siglo XIX, cuando promovieron la intervención francesa, hasta su aceptación del neoliberalismo económico en el siglo XX, los conservadores en México han demostrado una falta de congruencia con sus valores fundacionales.

Este deseo de controlar el poder, incluso mediante alianzas que socavaban la soberanía nacional o el bienestar de las clases populares, es una de las principales críticas que se les ha hecho a lo largo de la historia.

Conservadurismo tenaz…

El conservadurismo mexicano ha demostrado una increíble capacidad de adaptación. A medida que las dinámicas políticas y sociales cambian, han pasado de ser un bloque homogéneo católico para incorporar nuevas corrientes evangélicas y pentecostales, creando alianzas que a menudo responden más a intereses de poder que a principios religiosos.

Este reacomodo ha permitido a los conservadores mantenerse relevantes en la arena política, aunque muchas veces a costa de sus propios valores.

La historia del conservadurismo en México revela un movimiento en constante contradicción: defensor de la moral religiosa, pero dispuesto a comprometerse con influencias extranjeras y alianzas pragmáticas para lograr sus objetivos políticos.

A propósito, Giovanni Sartori señala: “el ideal democrático no define la realidad democrática, y viceversa, una democracia real no es ni puede ser una democracia ideal”, planteando que la política, en especial en contextos democráticos, debe equilibrar los ideales con la realidad política.

Para nuestro autor, una democracia funcional es aquella que consigue una adecuada combinación de representatividad y eficacia, lo cual es esencial para un gobierno democrático que pueda realmente gobernar, sin perder la legitimidad que otorga la participación ciudadana informada​.

Al final, la clave es comprender las tensiones en el ejercicio del poder político en México y ampliar nuestra visión sobre la democracia (poder del pueblo), especialmente cuando los intereses conservadores han buscado influencias externas, como hasta hoy, para mantener su visión particular de orden social.

Licenciado en periodismo con estudios en Ciencia Política y Administración Pública (UNAM) Enfocado a las comunicaciones corporativas.
Colaboró como co editor Diario Reforma. En temas de ciencia y comunicación en Milenio y otros medios digitales. Cuenta con 15 años dedicado a las Relaciones Públicas. Ha colaborado en la fundación de la Agencia Umbrella RP. Ha realizado trabajos como corrector de estilo, creador de contenidos y algunas colaboraciones como profesor en escuelas locales.

Síguenos en nuestras redes sociales.

www.facebook.com/ArzateNoticias 

www.twitter.com/ArzateNoticias

Continuar leyendo