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Opinión

La bonita vecindad

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Lavar escusados y barrer el enorme patio de la escuela primaria urbana federal era parte de su trabajo. Se enteraba de las nuevas que las madres de familia compartían en los corrillos formados fuera del plantel.

Encarnación era parte del grupo selecto de mujeres comunicativas e interesadas en los pormenores de las vidas ajenas. Ella cumplía las labores de conserje. A sus sesenta años y pico, era madre de tres hijos, abuela de siete nietos, y se entretenía atendiendo a Cástulo, un muchacho que conoció cuando él cursaba el quinto grado con la maestra Pepita, mujer karateka de rizos negros y rostro cremoso, resanado con menjurjes antiarrugas que poco justificaban su precio.

Encarnación cuenta a la Abuela Vito que, hasta hace unos años, para ser exactos, hasta que la tierra tembló en el año ochenta y cinco, era dueña de un departamento en la colonia Centro; entonces era empleada del gobierno del antes llamado Distrito Federal. Nos hicieron la de a Chuchita la bolsearon y por más juntas de condóminos y pleitos que armamos, no pudimos recuperar nuestro patrimonio. Me queda el consuelo de que mis hijos y yo nos paseamos de lo lindo. La vida es para vivirla felices, dice la mujer con una mezcla de gusto y de nostalgia.

Ese año fue terrible: me liquidaron y mi departamento se cayó. Por gracia de Dios todos estábamos fuera, habíamos salido hacia la escuela, veinte minutos antes de que la tierra se moviera. Encarnación da un sorbo a su café y la tibieza del trago la reconforta; mira el techo de la cochera y parece que sus pensamientos se elevaran hasta perderse entre los tubos de luz blanca que Abuela Vito enciende a las seis de la tarde: “Porque ‘el salón’ —así llama Abuela Vito a su cochera— parece una boca de lobo. Tú y yo estamos viejas y cualquier tropezón, Dios no lo quiera, nos romperíamos un hueso y luego ni quien nos arrime un vaso de agua”, dice Abuela Vito mientras prepara sendos platos con milanesa, ensalada de lechuga y pepinos para que coman sus nietos que, apenas llegaron de la escuela, subieron a su cuarto a dormir y ni caso hicieron del menú.

Encarnación poco habla del padre de sus hijos. Casi nada se sabe de su historia amorosa. Encarnita —como le dicen de cariño sus amistades— es platicadora y su voz ronca denota su pasado de fumadora; también las manchas en sus dedos y su rostro la delatan. Se volvió inquilina de Abuela Vito hace un par de años. Los demás arrendatarios la consideran privilegiada. Algunos se han quejado con Vito: Debería de ver cómo sale el vapor del baño por las ventilas. La señora Encarnación se baña con agua tan caliente que hasta parece quiere pelarse como un pollo. Se mete a darse sus chapuzones con su muchacho, que ni vive aquí. Luego usted quiere cobrarnos de más cuando llega la cuenta del gas. Eso no es justo.

Abuela Vito hace como que escucha las quejas, pero en realidad presta oídos sordos. Parece tener cierta predilección por la vieja Encarnación. Abuela es un par de años menor que ella, pero siente que sus consideraciones por su inquilina la acercarán un peldaño más en su camino al cielo. ¿¡¡Qué ustedes nunca serán viejos!!? No juzguen y no serán juzgados, retoba Abuela Vito cuando unimos nuestras voces a las de la disidencia: también formamos parte de su lista de inquilinos que, cada mes, religiosamente, nos reportamos por el alquiler de las viviendas.

Abuela Vito no perdona, desde la puerta de su negocio de dulces —que antes fue la tienda de La Chata— observa el trajín de su casa: quién entra y quién sale, a qué hora, si tienen visitas y cuánto tiempo se quedan. No le gusta que martillen sus paredes, para increpar al osado que pretende perforar los muros con sus clavos, ella se excusa en la molestia que provoca el ruido a quienes trabajan de noche y quieren descansar.

Vito tiene sus propias frases hechas para convencernos de que, aunque seamos familia, nada es gratis: La familia es una cosa y el negocio es aparte. Si quiero pedir permiso, que sea sólo a mi bolsa: no me gustaría depender de ustedes ni de nadie. Mi casa me costó y ustedes ganan bien, bendito Dios; no sean injustos, la vida cuesta y hay que pagar impuestos, no todo se trata de nomás pacá y nada pallá; así que cáiganse con su cuerno y todos en paz y felices, nos dice mientras extiende su mano gruesa y pesada para darnos cariños (sopapos) que duelen.

Encarnación trabaja en la escuela desde las seis de la mañana hasta las tres de la tarde. No hay turno vespertino, entonces, a esa hora, la escuela se cierra. A las dos en punto, maestros y alumnos ya se retiraron. Cuando la escuela está vacía, Cástulo ayuda a Encarnación a barrer el patio y los salones. Los días sábado hace limpieza profunda en la oficina de la directora. El domingo es día de descanso, Encarnación y Cástulo van a comer tamales en el mercado. También hacen el mandado para toda la semana: Luego tú te vas a trabajar y a mí se me hace muy pesado ir y venir, dice Encarnación a Cástulo, mientras él carga la bolsa con verduras, pollo, cerdo y demás alimentos consumir hasta el próximo domingo.

Encarnación y Abuela Vito comparten momentos por las tardes. A Vito le gusta el tono desenfadado que tiene Encarnación para contar sus propias historias (y las ajenas) —de estas últimas conoce muchas, unas muy pícaras, otras sumamente trágicas—. De vez en cuando, un cliente asoma por la ventanita del pequeño negocio: despacha un refresco, unos pesos de dulces, unas pastillas para el aliento o un cigarro suelto. Luego vuelve a tomar asiento frente a Encarnación, quien disfruta su café soluble con una cucharada de azúcar. Los demás inquilinos, con un dejo de molestia por ver a Encarnita de encimosa, saludan a Vito y se encaminan, escaleras arriba, al cuarto que les sirve de vivienda.

Por lo general son personas solas, hombres y mujeres, que pasan la mayor parte del día en sus empleos y sólo ocupan el cuarto para dormir, lavar su ropa los domingos y descansar. Algunas viviendas tienen baño común, e igual son comunes las quejas contra quienes se niegan a darle una lavada al baño que ya luce percudido y con sarro acumulado en escusados, lavamanos y paredes. Es que no todos tenemos los mismos hábitos de higiene. Hay que ser puerco, pero no tan trompudo, dice Encarnación y la sonrisa no le cabe en el rostro, siente que se ha ganado a Vito con este tipo de comentarios, pero Vito no se deja engañar tan fácil y piensa: Esta condenada viejita, bien que me quiere ver la cara de maje, si es igual de trompuda que los otros puercos, pero las dos somos viejas como el diablo. Nomás faltaba que me quiera contar los dientes, si ya ni tengo.

Encarnación tiene muebles tan antiguos como ella. Conserva una silla que, dice, rescató de entre los escombros de lo que fue alguna vez su casa. La silla tiene el asiento roto, es de color naranja y las costuras, de un hilo muy grueso, plástico, son de un tono grisáceo. Tiene una lámpara de globos blancos de vidrio (cuatro), que enciende todas las noches, su luz amarillenta traspasa las pesadas cortinas que cubren las ventanas de la vivienda que ocupa.

Hoy avisaron a Encarnación que la escuela prescindirá de sus servicios. La mujer sabe que a su edad será muy difícil agenciarse otro empleo. Le dieron tiempo para tomar sus objetos personales de la conserjería. Intuye que el despido es consecuencia de algún comentario mal hecho: Yo y mi bocaza, reconoce, pero en el fondo no le importa. Aunque es consciente de su defecto, aprendió a justificarse en los defectos ajenos. Incluso, ser boquifloja le ha servido para ganarse las voluntades de personas que prestan oídos atentos a sus decires que, por lo general, tienen la oportunidad y novedad del periodismo del barrio.

El dinero escasea en la casa de Encarnación, aun así, se niega a recibir limosnas de sus hijos que rara vez la visitan en su domicilio, ellos prefieren invitarla a sus respectivas casas para abrazar con toda confianza y desahogo a su madre. Encarnación sabe que sus vástagos no aprueban su relación con Cástulo. Pero ella se niega a renunciar al joven. Pese a la diferencia de edades, él le es fiel y, de vez en cuando, arma escenas de celos que Encarnación pronto acalla con suaves murmullos nocturnos, en el interior de su vivienda.

Pero tú ya eres vieja como yo. ¿No te da pena andar con un jovencito?, pregunta Vito a Encarnación. Viejos los cerros y reverdecen, nomás hay que regarlos. Una es mujer hasta que se muere, es cosa de aplicarse diario unas buenas inyecciones de juventud, responde Encarnita con la picardía que la caracteriza. Abuela Vito finge ruborizarse, pero continúa interrogando a su inquilina-compañera vespertina mientras beben la taza de café.

Encarnación estuvo enferma. El mes pasado acudió a varias consultas en el Seguro. Cástulo la acompañó cuando le dieron permiso en el trabajo: él es repartidor de refresco en las tiendas. Encarnación le dice que se faje la cintura cuando cargue pesado, porque luego salen hernias que hay que operar.

Loco Valdés es el sobrenombre que Encarnación puso al inquilino que, ella intuye, es quien más la pone en mal con Vito. Se parece mucho al comediante, aunque el de la tele es agradable y este viejo no, dice Encarnación. El hombre vive con su hijo, un adolescente de piel blanca —Carmen le dice El Piojo—. El joven cursa el segundo año de secundaria. Padre e hijo ocupan un cuarto pequeño donde apretujaron una litera, un buró, una estufa de dos quemadores y una pequeña mesa rectangular de madera que les sirve como comedor. Loco Valdés saluda a Vito por las mañanas, cuando regresa de trabajar como taxista. Él no saluda a Encarnación, aunque ella también esté presente; también evita que sus miradas se crucen. El hombre es dueño de un Volkswagen viejo de cromática verde que parece desangrarse, pues todos los días deja una enorme mancha de aceite sobre el pavimento.

Alguna droga se mete el viejo, dijo Encarnación: Anoche estaba gritando y llorando, como si alguien le pegara en el lomo. De su cuarto salía un humo negro y una luz roja. Se me hace que le rinde culto al chanclotas. Luego salió al baño, no me lo vas a creer: traía una peluca rubia, y eso que es pelonchas, zapatillas y un vestido lentejuelado que habrase visto: la mismita Monroe. Ambos salimos al baño al mismo tiempo, yo creo que él esperaba que todos estuviéramos dormidos a esa hora: tal vez eran las tres de la mañana. A mí qué me importa que se vista como La Faraona. Pero, viejo chismoso, bien que viene a traerte infundios para dejarme en mal, dijo Encarnación a Vito, quien no aguantó la risa y se puso roja debido el esfuerzo por contener la carcajada ante tales imágenes.

Los días siguientes, Loco Valdés anduvo encorajinado. Silencioso entraba en la casa y se encaminaba a su vivienda. Su hijo salía rumbo a la escuela por las tardes y regresaba por la noche con la misma actitud molesta. Cástulo seguía visitando a Encarnación por las tardes. Él vivía con sus padres en la colonia vecina, como hijo de familia. En ocasiones pernoctaba con ella. Las luces anaranjadas de los bombillos en el cuarto de Encarnita permanecieron apagadas. La casa estaba en la más completa oscuridad. Ocasionalmente, los pasos de los otros inquilinos rompían en silencio cuando cruzaban las escaleras de metal para llegar hasta su vivienda.

Era lunes de madrugada, los autos de la avenida cercana comenzaban a multiplicarse, y con ellos, los zumbidos de los motores, asemejando un enjambre de avispas que nos arrullaban a quienes vivíamos en aquella casa convertida en vecindad. Entonces, una gritería nos despertó: Encarnación y el señor Valdés participaban en un intercambio de dimes y diretes en el pasillo que daba al baño común: A quién se le ocurre meterse a zurrar y tardarse las horas, como si los demás no tuviéramos que hacer nuestras necesidades, alcanzamos a escuchar el alegato de Encarnación. Abuela Vito Salió en bata hasta el sitio en donde se escuchaba el alboroto, y alcanzó a oír: Maldita vieja asaltacunas entrometida, dijo Valdés, aún con los labios pintados con un carmín intenso. Después se dieron otra serie de improperios de parte de Encarnita que no viene al caso citar.

Abuela Vito tomó una decisión: Ambos me desocupan, apenas se cumpla el mes pagado. Les devuelvo su depósito y se van. De nada valieron las explicaciones de los rijosos. Con días de diferencia, tanto Encarnación como Loco Valdés desocuparon su respectiva vivienda. Encarnación se despidió de Vito como quien se aleja de una amiga de toda la vida. El Señor Valdés sacó sus pocas pertenencias y se llevó los cables de la instalación eléctrica de su vivienda, como acto de venganza. A cambio, dejó un ejército de cucarachas que se esparcieron por toda la casa y que los inquilinos tardamos varios meses en aniquilar.

Abuela Vito miró el cuarto vacío de Valdés y no pudo evitar soltar una carcajada al imaginarlo disfrazado de Marilyn Monroe. Después de unos días, y tras una buena limpieza y fumigación, los cuartos de Encarnación y Loco Valdés volvieron a rentarse. “Los nuevos” traerían otro par de buenas historias, estábamos seguros.

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Alcalde por la redirección de Morena

Miguel Ángel Romero Ramírez

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En México, Morena no vivirá una crisis similar a la que viven hoy los demócratas en Estados Unidos en la que un presidente muy deteriorado en su salud, Joe Biden, además de renunciar a su relección, no encuentra opciones sólidas para reemplazarle y dar continuidad a su partido en el poder. De este lado, el presidente Andrés Manuel López Obrador garantiza que el movimiento que fundó se preserve con la próxima unción de Luisa María Alcalde como dirigente de Morena.

La comparación entre la situación en Estados Unidos y el panorama mexicano destaca una diferencia crucial en la dinámica de ambos países. Mientras que el Partido Demócrata lucha por encontrar una figura capaz de ofrecer no sólo continuidad, sino también una visión renovada para enfrentar a un implacable y popular Donald Trump, Morena tiene una ventaja estratégica con el liderazgo emergente de Alcalde. Su figura representa una amalgama entre juventud, experiencia y compromiso que puede revitalizar el movimiento sin perder de vista sus principios fundacionales.

En Estados Unidos, la falta de un relevo generacional claro y relevante ha puesto al Partido Demócrata en una posición de vulnerabilidad. La ausencia de jóvenes preparados para asumir el mando, junto con la creciente desconfianza hacia las figuras establecidas, ha generado un vacío que amenaza con desestabilizar por completo al partido. Esta crisis de liderazgo no sólo pone en riesgo la continuidad del legado de Biden y de los demócratas, sino que también refleja una anomalía de representación y obsolescencia partidaria.

En contraste, Luisa María Alcalde, en México, se consolida como una figura que, además de inyectar frescura y dinamismo al partido Morena –el cual padece un proceso anticipado de deterioro a partir del sectarismo y tribalismo– también se constituye como una fiel vigilante de que el proyecto delineado por el saliente presidente AMLO no tenga distracciones.

Con 37 años (en agosto), su ascenso en septiembre será una declaración de principios: un regreso a los valores originales del movimiento, impulsado por una visión progresista que buscará responder a las necesidades actuales de México y de América Latina.

En su paso por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social y la Secretaría de Gobernación, Alcalde Luján ha venido reuniendo experiencia y nuevas capacidades que la facultan para enfrentar desafíos complejos en un momento muy particular para México y su lugar en la región. No será fácil y de su actuar dependerá, en parte, la permanencia del partido en el poder hacia adelante.

Los retos son vastos y de dimensiones diversas. Desde cómo construirá una narrativa que acompañe a la administración de la próxima presidenta, Claudia Sheinbaum; hasta la reconfiguración del tablero político en todos y cada uno de los rincones del país, siendo el elefante en la sala, el crimen organizado que ha logrado incrustarse y mimetizarse como militancia en algunas regiones de México.

Aunado a ello, la renovación del partido exige la evolución de un instituto político que, sin abandonar sus principios, deje atrás la polarización como un elemento primordial para la generación de adeptos.

Es también, una oportunidad para que la principal fuerza política en el país – que recibe dinero en función de los votos que obtuvo– se acerque a una madurez ideológica y supere el reduccionismo político de todo clasificarlo, según convenga, entre izquierda y derecha. En una sociedad progresista que busca la justicia social, dicha práctica es obsoleta y anticuada.

No cabe duda, el fundador de Morena, Andrés Manuel López Obrador, quien pasará a la historia como un poderoso gobernante populista de línea dura con señalamientos en su administración, también lo hará como un animal político excepcional que le abrió la puerta a México a tener la primer mujer presidenta y que construye el blindaje de su legado con una joven y poderosa Alcalde Luján, quien se erige como el verdadero relevo generacional.

Apuntes:

Resulta curioso e incluso cómico ver y escuchar a expriistas reconvertidos a morenistas asegurar que Luisa María Alcalde aporta certeza al partido de Morena. ¿Nerviosismo u oportunismo?

Miguel Ángel Romero Ramírez
Miguel Ángel Romero Ramírez: Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.
X: @MRomero_z

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Opinión

Limitar sobrerrepresentación hace al Congreso local plural y equilibrado

Por Alejandro Gamboa C.

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La sobrerrepresentación política es un fenómeno electoral que distorsiona la voluntad popular, asignando más escaños a ciertos partidos de los que proporcionalmente les corresponderían según los votos obtenidos. En México, este problema se ha acentuado debido a brechas en el sistema de asignación de escaños y la tendencia de los actores políticos a maximizar su poder.

La democracia es un régimen que se nutre del pluralismo y reconoce la diversidad política. Murayama (2019) señala que transformar los votos en curules o escaños es una tarea que no ha sido sencilla en México, debido a su compleja evolución hacia un sistema más democrático.

Este principio es esencial para entender la importancia de reglas adecuadas que eviten la sobrerrepresentación y aseguren una representación justa y proporcional en el Congreso.

Rol del INE y el TEPJF. El Instituto Nacional Electoral (INE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) juegan un papel crucial en la regulación y resolución de problemas electorales. La autonomía constitucional del INE y la existencia del TEPJF permiten abordar y resolver cuestiones relacionadas con la sobrerrepresentación y otros vicios del sistema electoral.

El acuerdo INE/CG193/2021 introdujo el principio de militancia efectiva, que verifica la afiliación efectiva de los candidatos al momento del registro de la candidatura, garantizando así una asignación justa de curules.

El principio de militancia efectiva se justifica para lograr un mejor equilibrio entre la emisión del voto ciudadano y la asignación efectiva de curules en la Cámara de Diputados. Este principio asegura que los escaños se asignen de manera proporcional a los partidos, previniendo violaciones a los límites constitucionales de sobrerrepresentación, como las ocurridas en el proceso electoral de 2018.

La reforma constitucional del 10 de febrero de 2014 introdujo límites a la sobrerrepresentación y subrepresentación en los congresos locales, estableciendo que ningún partido puede tener una representación mayor o menor al 8% de la votación obtenida. En su momento se argumentó que la reforma es una norma completa y de eficacia plena, sin necesidad de ajustes normativos adicionales.

Limitar la sobrerrepresentación tiene el potencial de convertir al Congreso local en un órgano más plural y equilibrado, mejorando el control sobre las políticas públicas del Ejecutivo local. Este equilibrio fomenta el diálogo y evita que un solo partido domine la legislatura, a menos que gane por mayoría relativa en todos los distritos electorales.

La sobrerrepresentación política en México es un problema complejo que distorsiona la voluntad popular y afecta la representación proporcional en el Congreso. La introducción del principio de militancia efectiva y los límites establecidos por la reforma constitucional de 2014 fueron pasos importantes hacia la corrección de este problema.

¿Cómo conciliar la voluntad general que votó en 2024 de forma abrumadora y la sobrerrepresentación, sin atentar contra esa voluntad manifestada en las urnas?

La implementación de estas medidas y la intervención de las autoridades electorales son esenciales para asegurar una representación justa y equilibrada, que refleje verdaderamente la diversidad y pluralismo de la sociedad mexicana.

A pesar del problema, no hay otra opción que la continua vigilancia y adaptación y mejora continua de las normas electorales, con el objetivo de mantener la integridad y legitimidad del sistema democrático mexicano.

Por Alejandro Gamboa C.
Alejandro Gamboa C.
Licenciado en periodismo con estudios en Ciencia Política y Administración Pública (UNAM) Enfocado a las comunicaciones corporativas.
Colaboró como co editor Diario Reforma. En temas de ciencia y comunicación en Milenio y otros medios digitales. Cuenta con 15 años dedicado a las Relaciones Públicas. Ha colaborado en la fundación de la Agencia Umbrella RP. Ha realizado trabajos como corrector de estilo, creador de contenidos y algunas colaboraciones como profesor en escuelas locales.

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Dos Bocas, barril sin fondo en uso de recursos públicos

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Después de dos años de haber sido inaugurada, la refinería Dos Bocas (oficialmente, Refinería Olmeca) empezó a producir gasolina y diésel. Sin más información que el presunto procesamiento de 73 mil barriles diarios de diésel y 40 mil barriles de gasolina, es un alivio que la refinería sí refine porque ha tenido tantos problemas para entrar en operación que hasta su capacidad de producir combustibles se había puesto en duda.

La planta ubicada en Tabasco fue diseñada para producir 170,000 barriles diarios de gasolina y 120,000 barriles de diésel; fue inaugurada en julio de 2022 sin producir un solo barril de combustibles, pero sí ha sido un barril sin fondo en el uso de recursos públicos.

Hasta el momento, la producción no alcanza ni siquiera la mitad de la capacidad prevista, pero debemos confiar en que los problemas técnicos y operativos que ha presentado la magna obra sean solventados en algún momento.

Esa obra insignia del presidente Andrés Manuel López Obrador costaría -en un inicio- 8 mil millones de dólares y terminará con una inversión de 16 mil millones de dólares, es decir lo doble de lo previsto Desde su planeación, la séptima refinería de México ha generado controversias porque hay quienes piensan que se trata de un gasto innecesario porque lo inn son los autos eléctricos, pero al menos hasta el 2050 persistirá la demanda de petrolíferos.

El proyecto buscaba reducir la dependencia energética y alcanzar la autosuficiencia en la producción de combustibles del país; sin embargo, el deterioro del resto de las refinerías y el aplazamiento de esta nueva han ocasionado que las compras de gasolinas y diésel representen casi el 60% y más del 50%, respectivamente.

En mayo de 2019, el presidente Andrés Manuel López Obrador informó que sería Petróleos Mexicanos la responsable de la construcción de la refinería, bajo la administración de la Secretaría de Energía al mando de Rocío Nahle. Su construcción llevaría tres años.

Con dos años de retraso, es de esperarse que la Refinería Olmeca ahora sí opere a toda su capacidad para demostrar que es un proyecto rentable, porque se han invertido recursos públicos derivados de impuestos.

Los petrolíferos que produzca contribuirían a reducir las compras en el extranjero para abastecer el mercado nacional y, al reducir las compras en el extranjero se generan ahorros significativos para el presupuesto público, mejorando y fortaleciendo la economía nacional.

Además, la operación de la refinería impulsa el desarrollo económico de la región sureste del país, generando empleos directos e indirectos y atrayendo inversiones en infraestructura y servicios.

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