Conecta con nosotros

Opinión

Como una llamarada

Publicado

el

Rosaura es madre de Belinda. Madre e hija sienten orgullo mutuo. Juntas han trabajado con denuedo y son propietarias de dos comercios de plátano en La Merced. Viven desde hace un par de años en Lago Seco.

Rosaura aprendió a desplazarse en los ambientes considerados sólo de los hombres. A falta de un varón en la familia, ella hubo de enfrentar, en soledad, las vicisitudes para criar y educar a una hija con, aparente, menoscabada autoestima.

Rosy, como la llaman sus más allegados —que son pocos—, temen su lenguaje torvo cuando se enoja —casi siempre—. Hay personas que se molestan por todo, y Rosaura pertenece a ese grupo: le enerva el zumbido de la mosca, el claxon de los autos, el comportamiento de las personas; particularmente, le remueve fibras muy sensibles el acto de poner sebo de veladora en las cuarteaduras de sus talones, todas las noches.

En contraste, es hábil negociante. Si un camión de plátanos le es ofrecido, Rosy oferta, jala, empuja y, de ser necesario, suelta un par de mentadas de madre para lograr el mejor precio. Pocos peces escapan de su característica red. Sabe ahorcar y resucitar, comprar favores, amarrar compromisos; ella siempre obtiene algo, siempre gana.

Desde su llegada a Lago Seco, Rosaura ha sido propuesta, varias ocasiones, para liderar la colonia. Siempre ha declinado la invitación de sus vecinos, arguye que esas son tarugadas: quien quiera vivir bien, que le friegue, y no busque quién le solucione sus problemas —suelta el consejo como un ladrido feroz que a muchos incomoda—.

Sabe que en el barrio no es monedita de oro y, por ende, no cae bien a todos —posiblemente a nadie—. Comprende que una mujer con sus calzones bien puestos nunca será bien vista entre los que debieran ser sus iguales; por eso se dedica con ahínco a trabajar y acumular dinero y propiedades, para que Belinda, un día tenga la vida resuelta y no sufra los desprecios que ella padeció; para que se mude de ese barrio de piojosos y forme una familia con un hombre guapo y profesionista, para que tenga hijos rubios que mejoren la raza:

—Ojalá que un día se diluya esta sangre, que el tiempo borre de nuestras caras estos rasgos prietos y jodidos —sentencia Rosaura a Belinda, para poner en claro que cada una tiene una tarea específica, pero esa aspiración —Belinda lo sabe— es más de su madre que suya.

Belinda está mejor caracterizada que Rosaura. Es delgada, menudita, de muy amplia sonrisa y ojos grandes de búho deslumbrado. Un enorme lunar en la barbilla, del lado derecho del rostro, le obsequia un aire de bruja de cuento, de bruja buena del sur, contrario a Rosaura: la bruja mala del oeste.

Belinda sabe que no es una mujer joven, de hecho, a sus treinta y cinco años, entiende que ha empezado el fin de sus mejores épocas. Pese a que su madre exige que quienes tienen tratos con su hija antecedan el apelativo señorita al nombre de Belinda.

Ella mantiene fresco el gusto de su primera experiencia sexual, con un hombre de mayor edad, al fondo de la bodega de plátanos, sobre cajas de cartón despanzurradas y extendidas como alfombra, para mitigar un poco el frío del piso que les trepaba hasta el lomo cuando intercambiaban posiciones: uno abajo y el otro arriba, y viceversa; de pie o de rodillas, empalmándose como cucharas, o él mirándola flotar encima, bajo la lámpara del techo, bajo los ganchos donde se bamboleaban las pencas de plátanos dominicos, machos, tabascos, rojos, amarillos, fálicos, cremosos, grandes, chicos, maduros y jóvenes, con su olor característico que les incentivaba la libido haciéndolos olvidar el frío, cuando se apretaban las nalgas uno al otro, hasta que se ponían rojas. Disfrutar como monos de nieve, con los ojos entrecerrados, flotando en las aguas termales del amor.

Porque esa fue la primera vez que Belinda supo de la mitigación de los calores del cuerpo. Desde aquel día entendió que sus ansias estaban más allá de los planes de su madre y de los compromisos que como hija le ceñirían una cuerda al cuello para convertirla en la eterna cuidadora de Rosaura; porque, si bien, era su madre, nadie podía atarla, mucho menos, condenarla a vivir en el infierno de resentimientos que su madre había construido en torno suyo. Le resultaba difícil proyectarse a futuro y entenderse como un maniquí de modista que sin chistar acepta los agujazos de la aprendiz. Le asqueaba sentirse objeto de los intereses ajenos, así fueran los de su propia madre. Cada día se lo cuestionaba con mayor frecuencia.

Porque el carácter de Belinda era dulce de forma natural, como un durazno jugoso en el punto exacto de acidez y azúcar, eso no era obstáculo para que una llama intensa le iluminara el corazón y le encendiera la entrepierna. Porque aprendió aquella primera vez en la bodega de plátanos, que de la variedad brotaba el gusto hasta volverse vicio, apenas limitado por la perilla de una estufa industrial que funciona perpetua en el alma. Por eso dedicaba buena parte del dinero que obtenía por su trabajo como cajera en el negocio, en comprar amantes con obsequios: relojes, cadenas de oro, zapatos, trajes, enganches para autos o motocicletas…  Ella lo llamaba inversión. El tipo de regalo dependía de las habilidades del hombre. Aunque, al término de cada relación, comprobaba que ninguno había sido tan bueno como lo pregonaba; porque, en el fondo, sus amantes eran todos débiles; ella conocía bien esa especie que farfulla, cacarea y hace alarde, para ocultar sus más profundas debilidades, y sus oscuras discapacidades de macho efímero. Porque ninguno había sido capaz de repetir, ni de lejos, la experiencia de su primera vez. Porque todos habían llegado a ella por una cadena de recomendaciones. Bajos, altos, morenos, blancos, negros, alcohólicos y drogadictos de clóset pretendieron someterla con actitudes de primate. A todos, sin excepción, Belinda los sacó de inmediato de su vida.

Por eso ella aceptaba que su madre exigiera a la gente que le llamase señorita a su niña. Porque Rosaura tenía derecho a vivir en su mundo alternativo, construido con ladrillos de prejuicio y ambiciones personales. Nada de eso alteraría, bajo ningún motivo, la buena relación que madre e hija fueron forjando luego de sendas rebatingas y griterías para que Belinda terminara una carrera universitaria.

Rosaura, por su parte, sólo conoció un hombre, y sólo una vez lo tuvo para ella. Aunque haya sido de forma violenta. Aunque no lo haya vuelto a ver desde entonces porque eran de la misma sangre.

Belinda conocía fragmentos de la historia de su madre. De la misma manera, sólo conocía trozos de un libro fotográfico que su Rosaura guardaba celosamente en una caja, bajo llave, dentro del clóset de su recámara. Fotos viejas que un día capturaron las imágenes de personas que hoy lucían mutiladas por cortes de tijera, fantasmas sin rostro, condenados a ser anónimos, por siempre, para todos, excepto para Rosaura, quien todas las noches unía los pedazos de su vida y prestaba temporalmente sus caras a esos fantasmas de las fotos para hacerlos danzar a su libre antojo, como una especie de divinidad que había encontrado su propia redención en la venganza.

El otro sosiego para el alma de Rosaura era contemplar, admirada, el dinero acumulado dentro del doble fondo del piso de su recámara. Y los billetes, organizados en fajos, aprisionados por ligas, parecían encenderse como luces de fiesta de pueblo, estallar en mil colores y regalar imágenes de niños rubios jugueteando en el patio de una casa enorme de paredes altas, lejos de la maldad del mundo. Porque esas imágenes, y muchas otras, se rebelaban ante Rosaura como catálogo de deseos vívidos, multicromáticos, casi tangibles en esa realidad que de tan deseada empieza a vestirse de locura.

Aquel día, Belinda cerró la bodega a las nueve de la noche. El par de ayudantes recibieron su paga semanal, era sábado, y se alejaron gustosos por la calle semi desierta. Una pandilla juguetona de hojas de periódico hacía piruetas en el aire frío del mes de diciembre. Un grupo de perros disputaban trozos de carne podrida que extraían de una bolsa plástica, entre los enormes montones de basura que desparramaban los contenedores.

Belinda caminó hasta su auto, era un modelo compacto de color amarillo, estacionado a dos calles de distancia de la bodega. Su cuerpo esbelto reflejaba una sombra pequeña sobre el asfalto. Caminaba erguida, soplando sus manos con su aliento caliente. El vapor de su cuerpo se diseminaba como un halo, como una enorme cabellera que salía por todos sus poros y le traspasaba la ropa.

De los registros del drenaje emanaba un olor nauseabundo y un vapor intenso como el de las tintorerías. Belinda caminaba entre aquellas fumarolas, esquivándolas, con las piernas heladas, pese a las pantimedias negras que le aminoraban un poco la sensación helada de la escarcha que empezaba a meterse violentamente bajo su falda. Decidió ir a la miscelánea, cuatro calles después del estacionamiento, a comprar un paquete de pastillas para el aliento y una caja de cigarros. Rosaura, su madre, detestaba el humo del tabaco; ese minúsculo placer motivó un par de fricciones entre las mujeres que, más tarde, terminaron por desvanecerse.  Desde entonces, Belinda no fumaba más delante de su madre.

Pese a que era sábado, la avenida mostraba poco tránsito vehicular. Escasas personas, tal vez empleados, regresaban caminando a sus hogares; otros se retiraban del lugar y se perdían en la lejanía, como una mancha bajo las luces del alumbrado público.

Belinda golpeó la cajetilla de cigarrillos contra la palma de su mano para compactar el tabaco. Eso le enseñó uno de sus amantes, posiblemente, el único con quien se acostó más de seis meses. Retiró la cinta de la cajetilla y el celofán que cubría la tapa, con dos dedos tomó el papel plateado y con el celofán lo hizo una sola pelota diminuta, después la introdujo en la bolsa de su abrigo corto de color negro, de marca. Aspiró la primera bocanada de humo y entrecerró los ojos mirando a lo lejos las luces neón de un hotel de paso al que la semana pasada había acudido en compañía de su más reciente inversión: un hombre a quien, por lo menos, superaba en edad por diez años.

Para Belinda, nada estaba vedado. Aunque gran parte de su vida había transcurrido en el encierro del trabajo en una bodega de plátanos, el trato rudo de su madre y su amplia experiencia en la cama le permitían ahora conocer las más ocultas intenciones de aquellos con quienes establecía cualquier tipo de trato o relación. Le bastaba observar sus expresiones corporales; también había aprendido a percibir hasta el más mínimo cambio en el tono de la voz. Así descubría, anticipadamente, los requiebros malsanos de sus aduladores, también la rabia oculta en el aparente trato diplomático. En múltiples ocasiones, ella y su madre fueron amenazadas, y siempre su madre mostró el temple enfrentando a sus acosadores:

—Para que vean que aquí hay ovarios —manifestaba la madre tocándose el vientre sobre el mandil de lona donde cargaba grandes fajos de billetes, producto de sus ventas de plátano al mayoreo.

Definitivamente, aquellas dos mujeres formaban un equipo. Ambas sabían para qué servían los machos y sus enclenques fuerzas: para cargar las pencas de plátano y para satisfacerse un rato. En ambos terrenos, estas damas eran sumamente exigentes.

En casa, esa misma noche, Rosaura había retirado la tapa del doble piso donde guardaba su dinero. Simulaba una niña pequeña rebotando, sentada, sobre el borde de la cama; abría sus ojos, deslumbrada. Múltiples fajos de billetes, perfectamente disimulados, que difícilmente hubiesen sido, siquiera, imaginados por alguno de sus vecinos en Lago Seco, quienes, penosamente, ingerían alimentos bajo la misma filosofía que un alcohólico en rehabilitación: sólo por hoy.

Belinda siguió su camino hacia el estacionamiento donde estaba su vehículo. Se dispuso a cruzar la avenida. El viento insistía en cortar la piel de los escasos transeúntes con sus finas y múltiples navajas heladas. La mujer encogió los hombros para preservar un poco sus mejillas entre las amplias solapas de su abrigo. El aire frío le impidió dar otra bocanada al resto del cigarro, y decidió arrojarlo sobre el piso, no sin antes pisarlo con la parte más ancha de la suela de sus botines negros de gamuza.

Entonces, un estruendo como de una olla hirviendo, tal vez, más parecido al de miles de papeles crepitando en un incendio monumental, apareció de pronto ante sus ojos y le impidió volver sobre sus pasos. El enorme monstruo la absorbió bajo sus aspas de alambre, como un enorme erizo, barriendo su vida con violencia.

El operador dijo en su descargo que la mujer salió, aparentemente, de la nada, como un fantasma pequeño, que voluntariamente se arrojó debajo de la gigantesca escoba mecanizada. A muchos pareció increíble que Belinda no se percatara de la peligrosa proximidad entre ella y la máquina.

Rosaura fue enterada de la muerte de su hija durante la madrugada del día siguiente por un par de agentes de la policía, a quienes la propia mujer pidió que le dejaran sola, que posteriormente iría a tramitar la entrega del cuerpo de la fallecida.

Cuando los policías se retiraron, sin la menor expresión en el rostro, con la firmeza que siempre la caracterizó, la mujer se encerró en su recámara, esparció gasolina en cada rincón de la casa, y sentada sobre la orilla de la cama miró arder su dinero, y al fuego llevarse a sus nietos rubios y a su yerno profesionista de buena familia, todos imaginarios. Se miró arder en el espejo, inexpresiva, firme, como siempre.

Continuar leyendo
Deja tu comentario

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Opinión

Cierre de minas a cielo abierto dejaría sin litio a gobierno

Publicado

el

En el “Foro Estatal: maíz transgénico, fracking, minería y agua”, organizado por la Comisión de Desarrollo y Conservación Rural, Agrícola y Autosuficiencia Alimentaria, de la Cámara de Diputados, realizado en la sede de la Universidad Autónoma de la Universidad de Nuevo León (UANL), representantes de la industria minería, entre ellos de la Cámara Minera de México (Camimex) pidieron a los integrantes del Congreso de la Unión tomen con seriedad la importancia de la minería en nuestro país.

La directora general de la Camimex, Karen Flores Arredondo, mencionó que la minería a cielo abierto aporta más de 60% del valor de la producción minera metalúrgica nacional.

Aseguró que prohibir esta actividad, como pretende el Ejecutivo, sería catastrófico para la industria, para la economía del país y para más de 3 millones de personas que dependen de la actividad.

El evento fue organizado con diferentes mesas de análisis en las que participaron representantes de los diversos partidos políticos y en las que se consideraron los puntos de vista y opiniones de expertos respecto al Proyecto de Decreto por el que se Reforman Diversas Disposiciones de la Constitución en Materia de Derecho a la Alimentación, Medio Ambiente Sano y Derecho al Agua, emitido por el Ejecutivo el 5 de febrero.

En ese sitio Flores Arredondo explicó que el tipo de minado de la minería a cielo abierto es un proceso en el cual se incluyen las canteras, la sal, el litio, y otros minerales que conforman el cemento y los materiales de construcción que también se verían afectados, “y México sufriría un déficit difícil de revertir”, alertó.

Es decir, sólo por poner un ejemplo, si el gobierno cierra las minas a cielo abierto se quedaría sin litio y su proyecto Litio para México que tiene como objetivo realizar la exploración, explotación, beneficio y aprovechamiento del litio también tendría que cerrar sus puertas.

Prohibir la minería a cielo abierto afectaría a 70 industrias, a más de 200 mil empleos directos, a un millón de empleos indirectos, a cerca de 20 mil estudiantes de carreras en Ciencias de la Tierra; dejaría de generar más de 40 mil millones de pesos en impuestos que, obvio, obtiene el gobierno y se dejarían de percibir 14 mil millones de pesos en ingresos.

La directiva de Camimex planteó que, si se impulsa la minería mexicana y se aprovecha para beneficio de todos, “podemos crecer en extracción de 2.4 a 3%; generaría más de 500 mil empleos directos, crearía inversiones superiores a los 28 mil millones de dólares y, al mismo tiempo, derivaría en beneficio para todos los habitantes de las comunidades mineras.

En ese sentido, es conveniente recordar que, en un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México, se comprobó que 91% de las comunidades mineras cuentan con el mayor índice de calidad de vida porque tienen excelentes servicios en salud, educación, infraestructura, entre otros.

Este sector productivo genera una derrama económica en más de 696 comunidades ubicadas en el país que asciende a más de 249 mil millones de pesos y en donde se generan empleos y negocios alternos a la minería.

La industria minera contribuye de manera importante al erario federal: en los últimos siete años pagó 300 mil millones de pesos en impuestos, que al año representaron más de 72 mil millones de pesos.

Este sector, a diferencia de otras industrias, no sólo paga el Impuesto Sobre la Renta (ISR), sino otros derechos adicionales: 7% sobre las utilidades; .5% para los mineros que producen oro y plata.

Dijo que, si la pretensión del gobierno federal es cerrar las zonas mineras, ya sea por declararlas áreas protegidas o prohibidas, pues “las van a dejar como tierra de nadie y quedarán en manos de gente que vive el margen de la ley”.

La diputada Luz Adriana Candelario indicó que los resultados de los foros serán enviados a la Cámara de Diputados (a la Junta de Coordinación Política) para su análisis y posterior discusión por los integrantes de todos los partidos políticos. Al tiempo.

Síguenos en nuestras redes sociales!

www.facebook.com/ArzateNoticias 

www.twitter.com/ArzateNoticias

Continuar leyendo

Opinión

Zaldívar y el desgastado manto presidencial

***Miguel Ángel Romero Ramírez

Publicado

el

¿Qué tan bueno o malo es que el presidente AMLO te respalde? Es una de las preguntas que comienzan a hacerse distintos funcionarios públicos de alto rango en el gobierno.

La pregunta es relevante porque el manto presidencial ha sufrido un severo desgaste tanto por las pifias presidenciales como por la forma en que se ha venido usando y quiénes lo han recibido. Más aún, a unos días de las elecciones del 2 de junio ya no tiene el mismo peso y sus propiedades comienzan a desaparecer. Es, en ese contexto, en el que Arturo Zaldívar lo recibe.

Por su puesto que para el expresidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que buscó reelegirse en el cargo violando la Constitución y quien también priorizó en su agenda perfilarse como un influencer, es estratégico generar la percepción de que lo han adoptado en el corazón de la nueva clase política gobernante.

Es decir, su pretensión es que dicho manto protector sea transexenal como pago a sus buenos oficios como un personaje que prefirió la abyección al poner al Poder Judicial a disposición del Ejecutivo mientras estuvo al frente del Máximo Tribunal. El secreto a voces dejó de serlo una vez que el propio presidente López Obrador ha detallado poco a poco en sus conferencias de prensa cómo Zaldívar servía al poder cuando se le requería. Sumisión disfrazada de coordinación.

Sin darse cuenta, Zaldívar está siendo ubicado en esa área gris que la política mexicana conoce bien. Ese lugar en donde quedan empantanados personajes que al conocer detalles sobre las complicidades no es posible deshacerse de ellos pero que tampoco resultan suficientemente útiles hacia adelante. Su reciclaje suele ser complejo, toda vez que su ciclo se cumplió.

Hacia allá están por transitar, casi de manera natural, los personajes que fueron “respaldados” por un Andrés Manuel López Obrador que está por consolidarse como una de las grandes decepciones latinoamericanas.

Ese poderoso halo lleno de pureza con el que absolvía a unos y otros el líder de –presunta– izquierda a inicios de su sexenio se ha vuelto pernicioso y casi se configura como una confesión de culpabilidad. No es tan complicado advertirlo, entre los “beneficiarios” con los que comparte lugar el ahora ministro en retiro están un Ignacio Ovalle, quien fuera titular de Segalmex y en donde se cometió un fraude de más de 15 mil millones de pesos.

En esa misma categoría se ubica un Hugo López-Gatell a quien la evidencia científica lo coloca como el artífice de la criminal estrategia sanitaria que provocó un exceso de mortalidad durante la pandemia de Covid-19. Mínimamente 24 mil mexicanos no debieron de haber muerto. En ese prestigiado club selecto también está Manuel Bartlett quien fue arropado por AMLO cuando se cuestionó su inexplicable riqueza y quien es mejor conocido por la caída del sistema electoral en 1988, dando el triunfo a Carlos Salinas de Gortari.

Los protegidos por el manto presidencial son muchos. Ahí están Rocío Nahle, zacatecana que busca gobernar Veracruz, ex titular de la Secretaría Energía, y a quien se le ha dificultado aclarar la compra de mansiones por 60 millones de pesos, casi todo en efectivo. Por supuesto, coordinó en su momento, la construcción de la Refinería Dos Bocas, proyecto que inicialmente costaría 8 mil millones de dólares y que terminará en 18 mil 900 millones de dólares.

En ese mismo rubro, se encuentra también el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, quien ha gozado, una y otra vez, de dicho manto protector y quien paradójicamente, en un sexenio en donde presuntamente uno de los principales objetivos era combatir la corrupción, no ha podido conformar de manera sólida una sola carpeta que permita enjuiciar a esos terribles personajes del pasado que tanto ha acusado AMLO.

A días de que la ciudadanía acuda a las urnas, el manto presidencial ya no es ni significa lo mismo, el desgaste del propio AMLO y las figuras que lo comparten producen, incluso, un efecto inverso. Muchos funcionarios de alto nivel prefieren brincar en silencio hacia la nueva administración antes de sufrir el daño reputacional que pueda causar el “arropamiento” del titular del Ejecutivo. Zaldívar lo recibió muy tarde.

Su renuncia a la Corte para ceder un lugar al oficialismo en el Máximo Tribunal para luego convertirse en porrista de Claudia Sheinbaum, está siendo pagado con algo que tiene una franca depreciación y que incluso está a punto de desaparecer el próximo 2 de junio. El ministro en retiro fue timado víctima de su soberbia.

***Miguel Ángel Romero Ramírez

Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.

X: @MRomero_z

Continuar leyendo

Opinión

El renovado abandono a Xóchitl

***Miguel Ángel Romero Ramírez

Publicado

el

Las expectativas nunca fueron altas, pero siempre hay espacio para la novedad. Sin embargo, no fue el caso del primero de los tres debates rumbo a la sucesión presidencial de México.

La conclusión es demoledora para aquellos sectores que están en contra del partido en el poder: su candidata, es decir, Xóchitl Gálvez, es pésima y no ha logrado encarnar el coraje necesario para combatir a una administración que en los hechos ha sido un fracaso.

El sentimiento de desesperanza se acentuó entre las personas que apoyaban al Frente opositor luego de haber visto su desempeño por televisión y en redes sociales.

¿Cómo escapar de la militarización que implantó un gobierno que se dice de “izquierda”? ¿Hacia dónde acudir cuando los datos demuestran que se pudo evitar la muerte de 224 mil mexicanos si no fuera por la negligencia de Andrés Manuel López Obrador y el manejo criminal de Hugo López-Gatell durante la pandemia de Covid-19? ¿Qué opción tienen los votantes que ven con repulsión la corrupción en Segalmex (representa más del doble de la Estafa Maestra) o el desastre ecológico del Tren Maya con los hijos del presidente señalados como cabilderos y “hombres de negocios”?

¿Qué pueden hacer las personas que han sufrido con AMLO el dramático desmantelamiento del sector salud si Claudia Sheinbaum promete continuidad? Los datos de la investigación de Nayeli Roldán en su trabajo especial para Animal Político “No fuimos Dinamarca” son brutales pues demuestran que el “gobierno más humanista” no sólo abandonó a los más vulnerables sino que tampoco ahorró y lo que sí hizo fue crear nuevas redes de corrupción.

¿Qué opción tendrán en la boleta electoral aquellas personas que no están de acuerdo con que en 2022 hubo 44 millones de consultas menos que en 2018; medio millón de personas no tuvieron la cirugía que necesitaban y no se realizaron 20 millones de estudios de laboratorio con más de 45 millones de recetas sin surtir? ¿Alguien se siente orgulloso de esto? Más de 500 mil niños sin vacunar en 2019 por desabasto.

Es previsible que el natural desencanto democrático se traduzca en abstención el próximo 2 de junio. Ha sido palpable que la expectativa sobre el proceso electoral es casi nula. La mayoría de encuestas post debate son ridículas y parten de muestras ínfimas (470 a mil personas) que de ninguna manera son representativas sobre los 100 millones de ciudadanos llamados a participar. El debate fue visto por apenas por 13.7 millones de personas.

Mientras los propagandistas juegan a instaurar en medios de comunicación la “inevitabilidad” del triunfo de la candidata oficialista Claudia Sheinbaum e intentan borrar el récord de homicidios en este sexenio (más de 183 mil) en la oposición no atinan a diseñar un encuadre narrativo que, al tiempo que sea atractivo y busque atraer a los decepcionados y a militantes de Morena, también sea relevante y trascendente en medio de una contienda electoral muy particular en donde el principal protagonista sigue siendo el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien de forma sistemática y flagrante se mantiene violando la ley electoral por encima de cualquier institución.

Bajo este panorama, el renovado abandono a Xóchitl por parte de líderes de opinión, intelectuales y personajes de los medios de comunicación derivado de su decepcionante participación en el primer debate es un mal presagio, pero es totalmente merecido. La candidata no reúne el coraje de quienes han sido afectados por la administración. Puede tener la información y los datos del fracaso gubernamental, pero tanto ella como su equipo no han logrado articularlo.

Existen quienes buscan ser benévolos con la candidata respaldada por el PRI, PAN y PRD, pero esos mismos pierden de vista que en esa incapacidad de autocrítica está la complacencia de la derrota. Esta nueva condición por la que atraviesa es, a su vez, una excelente oportunidad para que ella pueda demostrar si es capaz de superar la adversidad y configurarse como una líder que merece encabezar un Estado como el mexicano.

Todavía no termina la campaña, pero este primer debate puede significar o el parteaguas, por las acciones que tome hacia adelante, o como la confirmación de su fracaso anticipado que se muchos le asignaron por las formas y el proceso mediante el cual se convirtió en candidata.

***Miguel Ángel Romero Ramírez

Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.

X: @MRomero_z

Continuar leyendo