Opinión
Mole para las tías
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Ricardo MedranoAbuela se esmera en reunir los ingredientes para el mole: vendrán de visita sus hermanas y habrá comilona en su honor. Nicha es madre de Abuela y de sus cinco hermanas. De apelativo Luna, Dionicia quedó viuda muy joven. Abuela dice que los hombres la rondaban porque aún estaba de buen ver, pese a las seis hijas que había parido.
En casa de Abuela, durante varios meses, un guajolote ha sido atendido a cuerpo de rey: cema, maíz quebrado, agua limpia, casita techada… Es un ave gritona y furiosa que corretea a Trosmo por el patio, quiere incrustarle su pico en las corvas. Consciente de la furia del esponjoso-furioso-camaleónico guajolote, Trosmo insiste en provocar al animal: desde la puerta de una pieza, le sacude la chancla de plástico, el pájaro cambia de color las perlas encimadas que le adornan el penacho de su cabeza grumosa, como un ser derretido o leproso. Del nacimiento del pico cuelga un pellejo largo que afloja y encoge según su estado de ánimo, la abuela lo llama moco. El pájaro tiene nombre, Trosmo lo ha llamado Guajostín.
Después de varios días, Abuela ha logrado reunir los ingredientes para el mole. No hay plazo que no se cumpla y a toda capillita le llega su fiestecita: Guajostín es el invitado principal al mole para las tías, por no decir: el plato principal. Abuela pide a Trosmo que se oculte, que no mire cómo sacrifica el ave. El chiquillo se espanta con la sangre, pero puede más su curiosidad y trepa en una silla para ver, desde la ventana, cómo Abuela sujeta a Guajostín sobre un ladrillo y le extiende el cuello tirando de su cabeza y apoyando una rodilla sobre el resto del cuerpo del animal. Chata, tía de Trosmo, grita cuando el guajolote se incorpora y, como un espectro que busca su cabeza perdida, avanza un par de metros hasta chocar con la tapa de la pileta. Nadie entiende por qué Abuela suelta una carcajada y se apresura a tomar el cuerpo del animal y lo introduce en un balde de agua caliente para arrancarle las plumas que durante el proceso desprenden un olor a perro mojado.
Abuela radica en Lago Seco. Ella y Marce, la hermana mayor, son consideradas por Cleta, Mago, Clara y Pancha como las hermanas de la capital. Hay visitas recíprocas entre las hermanas Luna: una vez al año, Abuela hace un viaje de varios días para hacer memorias junto a sus hermanas. Cleta y Mago viven en Irapuato y tienen dos negocios callejeros de comida a un costado del monumento a los Niños Héroes. Una vende tamales de cabeza de puerco en salsa de chile guajillo. Margarita vende gorditas de masa de maíz amarillo, quebrantado. Clara vive en Tijuana, y Pancha radica en León, Guanajuato.
Las visitas a las casas de sus hermanas llenan el espíritu de Abuela de un sabor familiar: el sabor de las tunas verdes y rojas que gustosa comparte la tía Cleta con su familia que la visita. Todos toman asiento en bancos de madera, chaparritos, alrededor de la caja de frutos y todos comen hasta bloquear los intestinos.
Por su parte, en casa de Margarita se recrea la cocina de la abuela Nicha: en cazuela de barro, la carne de cerdo y chiles güeros, largos, martajados con jitomate pellejudo invitan a sopear el plato con tortillas hechas a mano, amarillas y grandes, de las que no puedes comer sólo una.
Años atrás, Abuela llenaba dos cajas de cartón grandes con bolsas de arroz, frijol, sopa de pasta, leche en polvo, ropa nueva, cafiaspirinas y dos pares de tenis para Nicha, su madre, quien vivía en León con Pancha, hermana de Abuela.
Conforme Nicha fue envejeciendo, padeció sus dolencias con mayor intensidad. Por eso se hizo adicta a las cafiaspirinas que le permitían soportar los dolores del cuerpo y mantenerse en pie: las tomaba hasta tres veces al día con sorbos grandes de coca cola fría. Sus pies deformados por la hinchazón toleraban, únicamente, los tenis de lona.
Abuela y Trosmo se encaminaban a la Central Camionera del Norte. Ella pedía al chamaco que estuviera atento a la caja de despensa para Nicha, la cual ponían en la panza del camión Flecha Roja. Por eso Trosmo, invariablemente, viajaba en el asiento del lado de la ventana. A ella le gustaba viajar de noche, prefería salir a las cero horas para estar en León, Guanajuato, a las cinco de la mañana y desayunar un atole de chaqueta —siempre reían cuando mencionaban esta bebida— con su hermana Pancha y con su madre, Nicha.
Por la noche, las luces del cielo parecían latir. Los árboles del camino simulaban ser el mismo árbol que se multiplicaba en un ciclo interminable, donde unos quedaban atrás y otros árboles simulaban aparecer de la nada y daban continuidad a la misma historia del viaje de Trosmo con Abuela que cada año se repitió hasta que Nicha murió a los ochenta y seis años, producto de una hemorragia masiva.
Todas las hermanas de Abuela tienen sus propias historias. Son madres de varios hijos, varones y mujeres, que han hecho de la familia extendida una especie de multiplicación de seres humanos en los que predomina el apellido Rodríguez, o bien, Prieto del abuelo, esposo de la abuela Nicha, asesinado una tarde de noviembre en el Mineral de Cubo en Guanajuato. Esa es una de las historias que las hermanas tienen en común.
Durante los numerosos viajes a casa de sus hermanas, Abuela gustaba de contarle a Trosmo, con gesto duro y palabras secas un poco de la historia de su vida:
A mi padre lo mataron por un chisme. Por eso uno debe amarrarse la boca y morderse uno y la mitad del otro para atreverse levantar un falso. Quién lo dijera, pero a mi padre lo asesinaron a sangre fría. Lo mató un trueno, un estallido que salió de la boca negra de un arma. Todas corrimos hacia la puerta, nomás alcanzamos a ver cómo el hombre que le disparó dio media vuelta y nos dejó con nuestro herido en el suelo, batallando para ponerse en pie. Las piernas no le respondieron, tampoco el habla.
Con grandes esfuerzos tomamos a mi padre y lo arrastramos hasta el petate donde dormía, porque todos dormíamos sobre el piso de tierra. La bala hizo un hueco en su cabeza por donde brotaba un líquido descolorido mezclado con sangre y trocitos masa grisácea o, tal vez, blanquecina. Pero no acababa de morirse pronto. Cuatro días con sus noches estuvo quejándose levemente y abriendo la boca como un pez fuera del agua. Encogía y estiraba la pierna derecha hasta que rasgó el petate e hizo un surco grande en la tierra. Parecía querer decirnos algo, pero sólo su pierna intranquila parecía tener vida y estar desconectada del resto de su cuerpo.
Nosotras éramos chiquillas. Vivíamos en el cerro rodeadas de árboles que crecían sobre la rivera. Casi siempre comíamos quelites sin sal. Nos gustaba columpiarnos en los árboles y comer frutos rojos que soltaban mielecita blanca de una planta que crecía silvestre, como nosotras, que daba flores rojas, nomás que nos daba mucho sueño; por eso, al comer los frutos, trepábamos en un árbol: Margarita, Cleta y yo, y desde ahí mirábamos el cielo, adormiladas. Los pajaritos guitarreros nos arrullaban cuando alimentaban a sus polluelos. No sé decir qué imaginaba cada una de nosotras.
Porfirio, nuestro padre, siempre fue muy tosco con todas, además, le gustaba empinar el codo. Él se lamentaba por haber engendrado puras mujeres, pero ese no era impedimento para que nos fletara en el tajo del cerro donde había encontrado una veta. Porque, eso sí, conocía la tierra. Venía de una familia que por generaciones había trabajado en las minas de Guanajuato, donde se rebana el oro, hijos de la tiznada —le gustaba decir a Porfirio. Regularmente era callado —. Ahora estaba ahí, sobre el piso, sin que Dios se decidiera a dejarlo morir o aliviarlo de una vez. De nada le servía llamarse Porfirio Rodríguez o Porfirio Prieto, nadie sabía por qué cambió su apellido, pero, a fin de cuenta, era el mismo hombre, con el nombre que gustes y mandes, el que estaba indefenso sin alcanzar a morirse ni a vivir por completo. Porfirio a medias, como siempre, igual que nosotras en el Mineral de Cubo. Tal vez Dios lo estaba dejando morir de a poco, por aquello que dicen que, en los últimos momentos de la existencia, nuestros recuerdos pasan frente a nosotros. Hasta podríamos pensar que las cosas de su conciencia le daban energía suficiente para arrepentirse de los males que hizo, metido en esa cárcel solitaria de su cuerpo agonizante.
Es cierto que uno no debe juzgar a los padres, pero, mi padre, que en gloria del Creador esté, no fue muy cariñoso con nosotras: nos llevaba a trabajar a la veta y debíamos bajar por el tajo, varios metros. Regularmente, Margarita o Cleta bajaban conmigo. Puede que por el deseo de mi padre del hijo varón que nunca tuvo, a todas nos haya puesto sobrenombres de animales machos: Mago era El Tejón, Cleta era El Tlacuache, yo era El Ratón. Y como machos nos trataba.
Le gustaba que le hiciéramos caso al primer grito, aunque era difícil entenderle porque tenía una curiosa forma de pronunciar, como que masticaba el aire. Era muy mal hablado. A punta de golpes nos enseñó a tantear con la mitad hueca de un cuerno de buey. Él nomás rascaba una muestra de la pared del tajo con una martelina, le ponía un poco de agua y luego de escurrirla miraba el sedimento, su experiencia le indicaba si estaba en el lugar correcto para devastar la pared y sacar un poco de mineral. Se ponía gustoso si la muestra era buena, de lo contrario, nos arrojaba el cuchillo hacia las corvas; yo tengo un par de heridas en los talones donde se me incrustó el filo y nomás se quedaba bailando la hoja, clavada entre carne y hueso.
Por eso digo: no lo juzgo, pero cariñoso no era. Creo que, a pesar de ser pobres y vivir en el cerro comiendo quelites sin sal y frutillas que nos daban sueño, si mi padre no se hubiese bebido el dinero que ganábamos rascando el tajo en el cerro, hubiésemos tenido, por lo menos, una muda de ropa; porque cuando nos bañábamos, también aprovechábamos para lavar el único vestido que teníamos, por eso lo poníamos a secar embrocado en un truenito; el sol hacía su trabajo rápidamente y cuando acabábamos de bañarnos ya estaba seca y planchada nuestra única muda.
A Mago y a mí nos tocó acompañarlo a Guanajuato a vender el mineral que sacábamos: muchas piedrecitas pequeñas que guardaba en una bolsita de gamuza hecha con cuero de cabra y un cordón que servía para cerrar la boca de la bolsa y amarrársela al cinto. Durante el recorrido de ida hacia Guanajuato, íbamos gustosas por acompañar a mi padre, pero al regreso era muy desconsolador verlo zigzaguear, totalmente ebrio, tirando de la rienda al Chanito, nuestro burro, animal bien entendido que aguantaba hasta tres cargas de leña.
Abuela hace una pausa, ya se divisa el sol detrás de los cerros verdes. A ella le gusta viajar a su tierra en el mes de mayo. Dice que es la mejor época del año. Tal vez recuerda su infancia y la infame carencia compartida con sus hermanas. La viudez de su madre y la sangre de su padre muerto que la mantiene atada por un lazo invisible a un lugar que ella recuerda con ojos de nostalgia.
Trosmo la mira despedirse, alejarse hasta perderse en el verde de los cerros, en este sueño revuelto que lo mantiene atento, esperando una señal más clara. Ya está amaneciendo. Piensa que el día nunca termina de morirse, aunque el cerebro se escurra y el pellejo se arrugue, y los gusanos hagan una fiesta con nuestros desperdicios. Abuela murió un mes de mayo, a los ochenta y cinco años —vivió un año menos que su madre, Nicha—. En casa de Trosmo, flota en el ambiente de la noche una fiesta aromática. Una cazuela de mole espera la visita de seis mujeres, ellas tienen un lugar especial en la ofrenda que recuerda a los muertos, pero festeja la vida.
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Opinión
Gobierno sin respeto a la pluralidad y al equilibrio de poderes
*** Miguel Ángel Romero Ramírez
Publicado
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24/10/2024Por
Arzate NoticiasUn gobierno que se fundamenta en el sometimiento, en lugar del consenso, erosiona su propia legitimidad. El uso de la fuerza para imponer decisiones y el desprecio por los contrapesos institucionales no es democracia. La estabilidad basada en el control autoritario es una ilusión destinada a desmoronarse. En lugar de asegurar un orden sólido, lo que se construye es una estructura frágil, cimentada en el miedo y la incertidumbre.
El caso de la presidenta Sheinbaum, desobedeciendo las resoluciones del Poder Judicial, ejemplifica cómo el afán de imponer autoridad se distorsiona y termina en autoritarismo cuando un gobernante busca instalarse por encima de la ley. Su victoria en las urnas no la habilitó para romper el equilibrio entre poderes. Al contrario, el mandato electoral -si es que en realidad nos asumimos en una democracia- es reforzar el respeto a las instituciones, pues eso da pauta a la estabilidad y verdadera legitimidad.
La legitimidad, en una democracia sana, no proviene exclusivamente de los votos, sino del respeto a la pluralidad y del equilibrio de poderes. Gobernar sin reconocer la existencia de otras voces y sin someterse al sistema de contrapesos es traicionar los principios y reglas del juego del propio sistema que usó para abrirse camino y llegar al poder. Un gobierno fuerte no es el que controla sin oposición, sino el que acepta la fiscalización y responde a los cuestionamientos.
Es aquí donde se revela la fragilidad de la llamada Cuarta Transformación, que rechaza los límites y rompe el orden constitucional para imponerse. En ese afán, la propaganda gubernamental, adoptada por nuevos intelectuales orgánicos, intentan instalar en el imaginario colectivo la idea de que el equilibrio de poderes es un obstáculo, cuando en realidad es un requisito fundamental de un sistema democrático. A menos de que estén listos para nombrar al régimen de otra forma.
La independencia del Poder Judicial no es solo un freno natural para los gobernantes, sino una garantía para todos los ciudadanos. Romper este equilibrio, como lo sugiere el comportamiento de la nueva presidenta, equivale a abandonar las reglas del juego democrático y encaminarse hacia un régimen donde las decisiones unilaterales reemplazan al diálogo y el respeto por las instituciones.
Uno de los mayores peligros de este enfoque autoritario es que, al concentrar el poder en una sola figura o grupo, se elude la rendición de cuentas. No es que el poder judicial sea intocable o que no exista la necesidad de una reforma que se adapte y mejore la impartición de justicia, sino que en este caso, todos los actores que participan tienen claro que ese no es el objetivo primario. Cooptar y eliminar un contrapeso es la meta actual.
Mientras la conversación pública se convierte en un precario espectáculo mediático, los verdaderos problemas pasan desapercibidos. El show en el que el Poder Judicial es llevado al patíbulo ha alcanzado un rating inmejorable entre las masas, quienes -como en un reality show- son partícipes de los métodos, amenazas y consignas que enfrentan esos “otros” mexicanos que por pertenecer a un contrapeso institucional natural han perdido cualquier derecho: observar la tómbola que determina el fin de la carrera judicial como fin recreativo.
La impartición de justicia en su más amplio sentido, podría mejorar si la presidenta Sheinbaum modifica la hoja de ruta que se le impuso. Si la mayoría del territorio dejara de estar bajo control del crimen organizado; si el Ejército dejara de tener participación en tareas de seguridad pública en las que -por error o por consigna- asesina; si los megaproyectos de infraestructura fueran más transparentes respecto al uso de miles de millones de recursos públicos; si los señalamientos de corrupción a los hijos del expresidente AMLO y sus amigos fueran aclarados por una investigación seria; y si las personas enfermas tuvieran atención digna y abasto de medicamentos; la justicia mejoraría significativamente.
La coerción, el desprecio por la pluralidad y la ausencia de rendición de cuentas son señales claras de un gobierno que está perdiendo su legitimidad. Un poder basado en la fuerza, sin respeto por las instituciones democráticas ni la responsabilidad ante la ciudadanía, es un poder frágil.
La legitimidad proviene de la aceptación de límites, de la construcción de consensos, el fortalecimiento de las instituciones y sobre todo, la rendición de cuentas, que permiten a la democracia sobrevivir a largo plazo. Sin estos principios, el gobierno se convierte en víctima de su propia inestabilidad, atrapado en una espiral de imposición y desconfianza.
Miguel Ángel Romero: Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.
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Opinión
Silencio incómodo: el sionismo en Occidente
*** J. Alejandro Gamboa C.
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18/10/2024Por
Arzate NoticiasEn los últimos meses, he sentido la necesidad de comprender mejor el concepto de sionismo, un tema que ha ganado relevancia en los debates políticos y sociales globales, especialmente en el contexto del conflicto entre Israel y Palestina.
Con este artículo, no sólo busco despejar el origen y la evolución de este movimiento, sino también entender cómo se ha transformado en un punto central de controversia y teorías de conspiración. Además, retomo el incómodo silencio de muchas figuras públicas, artistas e influencers en torno al tema.
El sionismo surgió en el siglo XIX como respuesta a la persecución y violencia que enfrentaban los judíos en Europa, particularmente en el Este, donde los pogromos eran comunes. Fue en este contexto que Theodor Herzl organizó el Primer Congreso Sionista en 1897, cuyo objetivo era establecer un hogar nacional judío en Palestina.
Este movimiento, en sus inicios, no fue respaldado por todos los judíos; algunos, especialmente los liberales y ortodoxos, lo consideraban una amenaza a la integración o una violación de las creencias religiosas que indicaban que el regreso a la Tierra Prometida debía ser un acto divino
Según la información, a medida que el sionismo ganó fuerza, especialmente después de la Declaración Balfour de 1917 y las sucesivas olas de inmigración judía a Palestina, comenzó a consolidarse como un movimiento con implicaciones políticas y sociales globales.
La creación del Estado de Israel en 1948 marcó un hito importante, pero también el inicio de una serie de conflictos con los palestinos que continúan hasta el día de hoy.
La perspectiva religiosa y el apoyo occidental
El sionismo, originalmente visto con escepticismo por los sectores religiosos, ha encontrado su lugar en una corriente llamada sionismo religioso, que ve la creación de Israel como parte de un plan divino. Esta versión del sionismo ha sido respaldada no sólo por sectores religiosos judíos, sino también por grupos cristianos evangélicos, especialmente en Estados Unidos, quienes interpretan la existencia de Israel como el cumplimiento de una profecía bíblica. Este apoyo ha tenido un impacto considerable en la política exterior de Estados Unidos hacia Israel.
Al mismo tiempo, los grupos de influencia como AIPAC (American Israel Public Affairs Committee) han desempeñado un papel fundamental en moldear la percepción pública y las políticas hacia Israel en Occidente. Sin embargo, en medio del actual conflicto con Palestina, es difícil ignorar las crecientes críticas hacia la aparente inmunidad de Israel ante la condena internacional por las acciones militares en Gaza y Cisjordania
El silencio incómodo…
Un tema que me ha llamado mucho la atención es el silencio de muchas figuras públicas respecto al conflicto. Desde artistas hasta influencers, pocos se atreven a criticar abiertamente las políticas israelíes.
Según diversos informes, esto se debe en gran medida al temor a represalias en la industria del entretenimiento. Ejemplos como el despido de Maha Dakhil, quien criticó a Israel en redes sociales, o la cancelación de eventos de autores que hablaron a favor de Palestina, ilustran cómo la libertad de expresión está siendo reprimida en muchos espacios públicos
Este silencio no sólo afecta a las personas públicas, sino que también es parte de un debate más amplio sobre las teorías de conspiración que rodean al sionismo. Uno de los mitos más extendidos es el de la “Zionist Occupied Government” (ZOG), que alega, sin fundamentos, que los gobiernos occidentales están controlados por intereses sionistas.
Dicha teoría, asociada a grupos neonazis, ha sido ampliamente desacreditada, pero sigue siendo utilizada para justificar el antisemitismo en muchas partes del mundo
¿Se puede dialogar?
Al final del día, la situación me lleva a reflexionar sobre la importancia de poder hablar abiertamente sobre estos temas sin miedo a represalias. Aunque es vital distinguir entre la crítica legítima a las políticas de un Estado y el antisemitismo, actualmente parece que este debate está siendo sofocado.
La crítica a las acciones militares de Israel contra los palestinos, que ha provocado la muerte de miles de civiles, se enfrenta a una censura velada en muchas plataformas y sectores.
El sionismo es un tema complejo, lleno de matices históricos, religiosos y políticos que siguen siendo relevantes. Desde su origen, como un movimiento para proteger al pueblo judío, hasta su papel central en el conflicto israelo-palestino, es imposible entender el presente sin considerar las múltiples capas de este movimiento.
Puede parecer utópico, pero a medida que el conflicto continúa, es urgente fomentar un diálogo honesto y abierto que permita abordar las verdaderas causas de la violencia sin caer en teorías conspirativas o en la censura de voces críticas. Estamos en el momento de cuestionar, investigar y, sobre todo, hablar, porque el silencio también es una forma de participación y complicidad. Pienso.
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Opinión
Sheinbaum y la fragilidad del poder absoluto
*** Miguel Ángel Romero Ramírez
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18/10/2024Por
Arzate NoticiasMientras el oficialismo consolida su control con una reforma judicial devastadora, Claudia Sheinbaum será una de las principales perjudicadas por las secuelas que esta medida tóxica traerá consigo.
A escasas dos semanas de asumir el poder, el destino de su sexenio parece condenado a seguir el rígido molde autoritario que le diseñó e instaló su predecesor, Andrés Manuel López Obrador. Esta reforma judicial, más que una simple reestructuración del sistema de justicia, es un golpe directo al equilibrio de poderes, cuyo significado implícito es un grave retroceso para la democracia mexicana.
La ruta que se impone a partir de esta medida no es de estabilidad ni de moderación, sino de radicalización, diferenciando claramente entre el “movimiento” y su “liderazgo”, en donde Sheinbaum, como figura política, se vuelve sacrificable en nombre de la continuidad del proyecto. Rápidamente se hace evidente que ella no domina la Cuarta Transformación, sino que esa figura, generada simbólicamente por AMLO, la mantiene secuestrada.
La elección de jueces por tómbola no sólo es un atentado contra la imparcialidad judicial, sino una estrategia para concentrar más poder en manos del oficialismo, lo cual no implica necesariamente que dicho poder esté en las manos de la nueva presidenta. Bajo este nuevo esquema, la justicia deja de ser un contrapeso y se convierte en una herramienta de obediencia política. Una simple extensión de la maquinaria. Sin embargo, esta acumulación de poder, paradójicamente, no refuerza a Sheinbaum, sino que la debilita.
Si Sheinbaum continúa abrazando esta dañina reforma, también estará colocándose en la ruta para configurarse como un personaje desechable. El tablero que López Obrador diseñó no tiene como uno de sus objetivos sostenerla a largo plazo, sino perpetuar la estructura de poder. En este sentido, quien hoy ocupa la presidencia parece tan reemplazable como cualquier otro actor político que no se alinee perfectamente con los intereses del sistema implantado.
Esta concentración de poder por parte del oficialismo empuja a Sheinbaum hacia una inevitable radicalización. Sin la legitimidad que podría proporcionarle imprimir su propio sello, la administración que recién comienza dependerá de métodos cada vez más coercitivos para mantener el control. Cada vez que un juez esté alineado con los preceptos y deseos del Poder Ejecutivo en lugar de la ley -beneficiando a los círculos cercanos al poder-, se erosionará la confianza de los ciudadanos, no solo en las instituciones, sino también en Sheinbaum.
Quedan pendientes por resolver los señalamientos contra los hijos del expresidente y sus amigos por corrupción, así como un sinfín de casos relacionados principalmente con los megaproyectos como la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto Felipe Ángeles y el desarrollo del corredor transístmico que busca conectar el Océano. Pacífico con el Golfo de México. A esto se suman los nuevos delitos cometidos por la renovada Guardia Nacional, ahora bajo el mando del Ejército, que en tan solo dos semanas se estrenó con una masacre de migrantes y violaciones a los derechos humanos en distintos puntos del país.
La imagen de un gobierno que respeta la legalidad queda comprometida, mientras que la distancia entre Sheinbaum y sectores de la sociedad, con expectativas totalmente diferentes a lo que está ocurriendo, se agranda. Es falso que el mandato de los 36 millones de votos obtenidos fuera para destruir el equilibrio entre poderes. Con el tiempo, la acumulación de errores y el desgaste que acompaña a la radicalización provocarán que Sheinbaum se convierta en una figura política cada vez más frágil.
El laberinto en el que la presidenta navega sin brújula, siguiendo un guion que no escribió, traerá consigo una pérdida de legitimidad tanto al interior de su gobierno como en el exterior. Mal arranca la nueva presidenta de México, quien rápidamente se encuentra en franca desventaja frente al aparato oficialista que, en el mejor de los casos, buscará someterla y aplastarla, mientras que, en el peor, la culpará del fracaso casi inminente ante una herencia tan devastadora como la dejada por López Obrador.
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