Opinión
El sueño de Aurelio
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Ricardo MedranoAurelio es ciego de nacimiento, Socorro es su lazarillo: menudita, mira fijamente con sus ojos pequeños y aguzados; el cabello azabache le cae sobre la frente como un mechón inquieto, una especie de limpiaparabrisas.
Aurelio y Coco, como suele llamarla él, habitan en una colonia popular rodeada de avenidas bulliciosas. Su vivienda es un espacio lineal muy similar al andén de una estación de tren, contigua al basurero del mercado local, por lo que, a la hora del calor, es urgente cerrar las ventanas para evitar que el olor a podrido impregne el lugar.
Sobre una fila de mesas, junto a la pared del lado izquierdo, Aurelio apila hierbas diversas sobre páginas de periódico extendidas; las sumerge en alcohol dentro de numerosos garrafones de vidrio, para extraer sus propiedades curativas. Del lado derecho, al fondo de la vivienda, hay dos camas individuales y varias sillas acomodadas con el respaldo hacia la ventana, tapizadas con plástico color dorado.
El primer paciente es atendido por Aurelio a las nueve de la mañana y, con frecuencia, el último abandona el lugar cuando ha llegado la noche. Una vez concluidas las consultas, Socorro tranca la puerta y se cerciora que las hierbas estén en su sitio, debidamente organizadas y sin mezclarse, sobre las hojas de los diarios; también revisa que los esparadrapos estén bien roscados en las bocas de los botellones bajo las mesas.
El ciego tiene un aguzado olfato para detectar un bidón mal cerrado o una hierba que se ha mezclado con otra distinta. Lo importante en esta profesión es garantizar la salud del paciente. Uno sólo es instrumento del altísimo, él te cura, yo ayudo —dice a sus pacientes que vienen desde zonas distantes de la ciudad y del país, en busca de aliviar sus malestares físicos o del alma.
No recuerdo con claridad el motivo por el que fuimos a consulta con Aurelio en la colonia Nueva Atzacoalco. Tal vez se trató únicamente de una limpia para “despojar” a la abuela de las sombras negativas, o el mero deseo de ella de sentirse protegida. Pero la abuela era cliente frecuente de ese tipo de alivios —como ella decía.
El mero trayecto para llegar al consultorio del ciego implicaba transbordar en dos ocasiones: salíamos de Lago Seco a bordo de un chimeco y en la estación San Lázaro trepábamos en otro transporte, éste de color amarillo, cuyo frente se asemejaba lo mismo a una pecera que a una vitrina de carnicería.
La hermana mayor de la abuela buscó afanosamente, durante varios años, a su primogénito desaparecido; recurrió a la brujería y a la cartomancia, intentó comunicarse con el espíritu del desaparecido a través de médiums.
Muchos fueron los resultados de esas consultas: está vivo y bien de salud, pero ahora no puede regresar porque está recorriendo el mundo en un barco italiano; perdió la memoria y ahora vive en Chiapas, ahí vive con una mujer buena, en un par de meses serán padres de un varón; un par de agentes policiacos lo asesinaron en una pelea en un bar y arrojaron su cuerpo al canal de aguas negras, pero su alma no encuentra descanso y pide que, por lo menos, hagamos diez sesiones como esta para pedirle al creador que le dé el eterno descanso, pues murió de forma violenta y no tuvo tiempo de arrepentirse de sus pecados —esto dijo el médium y cobró los veinte pesos por sus servicios, luego agendó una cita para la siguiente semana a la misma hora.
Entonces, a la hermana mayor de la abuela, se llamaba Marcelina, le recomendaron los servicios de Aurelio, el ciego. Él no dio le falsas expectativas, tampoco se aprovechó de la esperanza de la mujer. Esa actitud generó en la tía Marce un sentimiento de sosiego y paulatina resignación. Así fue como llegamos al consultorio del ciego, por recomendación de la tía.
Ya he dicho que la abuela era proclive a lo desconocido, prueba de ello es que en sus épocas más difíciles hubo de poner a su pequeño hijo Nicolás en manos de Dios:
Definitivamente, ese niño no era para mí; era como un angelito de los que están en los cuadros de la iglesia. Me duró seis días con sus noches el gusto de tener un cachito de cielo en mi casa, porque Nicolás empezó a ponerse morado, primero un dedito, después una mano, luego un brazo, hasta que el pecho se le tiñó de púrpura.
Nomás lloraba, siempre de noche. Dios me perdone, pero no dudo que algo malo me le hayan hecho a mi niño, puede que la mujer con la que andaba mi esposo haya querido hacerme mal a mí, pero Dios, como es tan grande, lo detuvo a través de mi angelito. No sé, sólo imagino. Murió una noche, iban a dar las doce. Lo estaba acomodando para darle pecho, nomás se quedó con la boca abierta, una gota de leche se cuajó apenas hubo salido de mi pezón.
No te miento. Es más, tardé varios meses en quitarme la sensación de seguir amamantando a Nicolás, a pesar de que mi cuerpo ya no producía leche. Él nació antes que Juan y hubiera sido más grande que mi hija Rosa, pero éramos muy pobres y mi marido andaba de picos pardos; no tenía ni para el doctor, de hecho, los doctores me pidieron que les regalara el cuerpo de mi Nicolás, dizque para estudiarlo porque su enfermedad era muy rara. Yo les dije que no, y pedí prestado para sepultar a mi niño. Pero eso sí, cuando lo vi muy malo se lo encomendé al creador y le dije: si no ha de ser para mí, por favor, quítalo de sufrir. Creo que por eso se murió esa misma noche, porque a Dios no se le ponen condiciones. También puede que Dios se apiadara de nuestro sufrimiento. No sé, sólo pienso.
La abuela hablaba y hablaba en esas largas sesiones con Aurelio, me evadía de su monólogo, apenas ponía atención, como entre sueños, a sus historias de hambre, muerte y desesperanza. Durante el viaje de ida, miraba a través del parabrisas del autobús, por eso me gustaba sentarme en el pasillo. Esos camiones, por lo general, no circulaban con gente de pie, eso me parecía.
Salíamos de Lago Seco pasadas las nueve de la mañana, hacíamos una escala en casa de la tía Marce para platicar un rato —eran tres horas de historias y almuerzo—. Luego caminábamos rumbo al consultorio de Aurelio.
Me aturdía el olor a hierbas que impregnaba el ambiente. En tanto, Aurelio sentaba a la abuela sobre una silla y colocaba ambas manos sobre la cabeza de ella, musitaba algo como una oración que involucraba santos, ángeles y querubines; sus párpados plegados hacían conjunto con aquellos ojos blancos de persianas cerradas que miraban dentro de sí y escudriñaban las penas que atormentaban las almas de sus clientes.
La abuela cerraba los ojos y se abandonaba a la imposición de manos del ciego que lanzaba chillidos y elevaba el rostro hacia el cielo, tal vez solicitando a la divinidad, de tú a tú, que el alma atormentada de la abuela fuera liberada. Tal vez por eso ella recurría a su ciego de lujo, entrón y sanador. Yo, sentado al borde de una de las camas al fondo de la habitación, miraba los ojos cocidos del ciego. Era extraño, pero me sentía observado por él. Era lógico: si él era capaz de escudriñar las cosas más íntimas del alma ajena, qué podía impedirle asomarse a mis pensamientos. Eso me incomodaba.
En una de esas sesiones, conocí de voz de la abuela, por vez primera, la historia de la tía Cuca, mujer del tío José, que estuvo en la cárcel un año, por matar al querido de ella:
Cuca siempre fue muy livianita. Como dirían en mi pueblo, le gustaba el lingo lilingo. Eso sí, era muy guapa, de ojos muy grandes y verdes; era coqueta, siempre andaba muy arreglada, con unos vestidos bonitos. La mamá de mi tío José siempre dijo que esa mujer le daría problemas, pero él nunca quiso oírla. Se casó con ella, eso sí, de blanco. Y la llevó a vivir cerca de los padres de él. José salía a trabajar y ella se quedaba en la casa. Dicen, a mí no me consta, que hasta en su propia cama se acostaba con el querido. Los viejitos, los suegros de ella, bien que se daban cuenta, pero no querían darle un disgusto al hijo. Pues no pasó ni un año y a ella le ganó más la comezón y se escapó con el otro, y dejó a José. Pero mi tío no era tarugo, lo querían hacer tarugo, pero eso es diferente, por eso anduvo averiguando a dónde se habían ido “los novios” hasta que dio con ellos. Sin decirle nada a nadie tomó un camión a Guadalajara y luego otro que lo llevó hasta donde habían hecho hogar. Llegó a la tienda y haciéndose el desentendido le dijo al tendero que andaba buscando a una pareja de recién casados, que ella se llamaba Refugio y que era muy amigo de ellos, pero quería darles una sorpresa y… en fin, que el cuento funcionó y el mismo tendero, gustoso, fue a informar al nuevo marido de Cuca que un buen amigo lo estaba esperando en la tienda. Pasados cinco minutos regresó el tendero con el rival del tío José.
El hombre caminaba entelerido. No tuvo tiempo de entender: sólo alcanzó a abrir desmesuradamente los ojos cuando el tío le arrebató la vida vaciándole el cargador del arma. Al tío José le dieron una pena de cárcel de 25 años. Reunía todas las agravantes: premeditación, alevosía y ventaja. Te vas a pudrir en la cárcel, le dijo la tía Cuca durante una inesperada visita en la cárcel, la última vez que se vieron con una reja de por medio. Pero la mujer no partió sin antes sentenciar: me mataste uno, a ver, mátamelos a todos. Dio media vuelta y coqueta salió de la cárcel echando miradas invitadoras a los custodios. Pero mira que Dios es grande: José dormía en una especie de cueva, así era la cárcel de ese entonces; los metían con la cabeza hacia dentro, boca arriba, en una especie de tumba donde no podían darse vuelta y apenas se podía respirar. A muchos los sacaban muertos, anochecían y no amanecían.
Así pasó un año, pero le prometió a la virgen de San Juan de los Lagos que, si lo libraba de esa pena, para agradecérselo, él iría caminando desde la misma puerta de la cárcel hasta el santuario de la morenita, pero iría descalzo, con los ojos vendados; cargando dos pencas de nopal, una en el pecho y una en la espalda; también llevaría un mecate amarrado del pescuezo, de donde su madre lo iría arreando, como un buey. En esos tiempos, cuando iniciaba en el encargo el nuevo presidente de la república, se acostumbraba a indultar un cierto número de presos, y le tocó a mi tío José. Un año estuvo dentro, condenado por homicidio, con todas las agravantes. Sólo un año. Dios bendito. Y le cumplió a la virgen. Pagó sangre con sangre, porque sólo así se pagan estas cosas.
Yo miraba a la abuela, sin descuidar los ojos cocidos del ciego. Mis pulmones estaban repletos del olor a hierbas y alcohol. De pronto, en el ambiente se hizo un gran vacío, un silencio que parecía trasladarnos de la vida hacia la muerte y de regreso. El olor a podrido se impuso al aroma de las hierbas con alcohol y Aurelio lanzó un nuevo chillido elevando la cara hacia el cielo. Así permaneció por unos segundos, tal vez fueron minutos, como una escultura, petrificado, con los brazos abiertos, extasiado. Hasta que el olor a podrido se disipó. La abuela suspiró y de su suspiro brotaron mil desahogos —o eso me pareció— que estallaron en luces blancas y rojas, y se esparcieron, primero por la vivienda y luego se arrastraron por debajo de la puerta para escapar y anidarse en otro sitio. La abuela permaneció quieta, con los ojos cerrados, sentada sobre la silla. Pude sentir la densidad del ambiente.
Salimos de aquel lugar cuando la calle ya estaba oscura. Al salir, sentí la mano del ciego acariciarme la coronilla. Estaba seguro de que él no veía con los ojos, pero era capaz de observarlo todo. Socorrito me regaló una sonrisa. El ciego también sonrió, ese gesto me sigue inquietando: suelo soñar que miro mi reflejo en el par de espejos incrustados detrás de mis párpados. En ellos no existen las dimensiones de espacio o tiempo. Escucho mis latidos. Sueño que duermo y vuelvo a despertar, de forma intermitente.
Todo sucede durante un imaginario traslado desde la colonia Nueva Atzacoalco hasta nuestra casa en Lago Seco, a bordo de un camión que asemeja la vitrina de una carnicería o una pecera. Intento ver a través del pasillo repleto de personas que se aferran a los pasamanos donde nadie toma asiento. Afuera, los demás vehículos lanzan destellos luminosos esporádicos. Desde el interior, miro con atención los reflejos distorsionados en las ventanillas.
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Opinión
Sheinbaum y la dificultad de hacer efectivo el poder de la silla
Publicado
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05/12/2024Por
Arzate NoticiasLa sutileza con la que la presidenta Claudia Sheinbaum ha venido alterando el tablero político que le fue heredado es relevante. No ha sido fácil. Ha sido posible pulsar su inconformidad a través de sus voceros y propagandistas que, disfrazados de periodistas, critican en los principales medios de comunicación las desaseadas formas en las que se edifica el llamado segundo piso de la Cuarta Transformación.
No es que busque una ruptura de los ideales y el proyecto establecido por su antecesor Andrés Manuel López Obrador, sin embargo, lo que sí quiere es dejar de tener sólo el membrete de mandataria y hacer efectivo el poder de la silla presidencial.
La designación del nuevo titular de la Fiscalía de la Ciudad de México no sólo representa una prueba para Claudia Sheinbaum en términos de control político, sino también una oportunidad para reposicionarse frente a las tribus que colonizan y conviven al interior del movimiento que fundó AMLO.
En particular, una corriente significativa dentro de la clase política ha comenzado a expresar, cada vez con mayor volumen, su incomodidad ante las maniobras para imponer a Bertha Alcalde como nueva fiscal. Un movimiento orientado a seguir la estrategia que impulsan “los duros” para mantener acotada la influencia de Sheinbaum en la capital, lugar del cual fue gobernante.
La decisión del Consejo Judicial Ciudadano de aplazar la definición de la terna de candidatos prevista para su anuncio este 2 de diciembre es un síntoma de ello. Si bien la presidenta se enfrenta a la necesidad de consolidar su liderazgo y demostrar que no es sólo una extensión del mandato de López Obrador, también debe gestionar con cautela para evitar la fragmentación de las bases que sostienen a la autodeterminada Cuarta Transformación. La familia Alcalde, con un poder consolidado, es percibida por algunos como un aliado necesario, pero, también, es vista por otros como una camisa de fuerza que la mandataria debe empezar a desabrocharse.
La Fiscalía no es sólo un asunto técnico o de política local, sino una posición estratégica en donde se juega el equilibrio de poder entre las distintas facciones de la Cuarta Transformación. Desde que salió de Ciudad de México para convertirse en candidata presidencial, Sheinbaum ha recibido agravios significativos: el descarrilamiento de Omar García Harfuch como su sucesor; la Reforma Judicial como una bomba de tiempo; la abierta y desafiante independencia de los líderes de Morena en el Congreso con Adán Augusto en el Senado y Ricardo Monreal en Diputados; así como la captura del partido Morena con Luisa María Alcalde y el hijo de AMLO, que si bien fue el vehículo que la llevó al poder, corre de manera paralela a ella, quien se supone es la máxima autoridad.
A eso se suma la renovación del periodo de Rosario Piedra en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, CNDH, contraviniendo a su candidata Nashieli Ramírez; la desaparición de los órganos autónomos constitucionales que tuvo que abrazar de manera forzada; así como una Fiscalía General inoperante con una Gertz Manero de adorno. Sin embargo, para cada muro y dique que le instalaron la mandataria ha empezado a diseñar mecanismos para sortearlos sin un abierto choque.
Por ejemplo, la Ley Harfuch que dio facultades que por diseño institucional sólo le competen a la Fiscalía General. Es decir, si Gertz Manero no es funcional y se mantiene en su perenne letargo, la Secretaría de Seguridad Pública a cargo de su persona de confianza tomará el control de la estrategia contra el crimen organizado. Harfuch estrenó su nuevo halo político con la operación Enjambre en el Estado de México que, además de dejar disminuidos a grupos criminales, también lastimó a ciertos sectores políticos en una entidad que operativamente y por diseño electoral está bajo supervisión de Andy Junior, el hijo del expresidente.
Lo mismo está ocurriendo con el vínculo entre el gobierno y el sector empresarial que tienen como instrucción, a nivel doméstico e internacional, arropar a Altagracia Gómez por encima del secretario de Economía, Marcelo Ebrard, quien en su sistemático y franco entreguismo apuesta a su sobrevivencia en el gabinete a partir de su cercanía con Jared Kushner, yerno de Donald Trump.
En ese mismo sentido, se inscribe la lucha por la titularidad de la Fiscalía de CDMX, decisión que Sheinbaum estaría por buscar arrebatarle a la dupla de Clara Brugada/Martí Batres quienes de momento no tienen ningún contrapeso en la capital y quienes planean hacer de la ciudad una plataforma electoral que funcione como contrapeso a Sheinbaum en los procesos electorales venideros y contribuya al amurallamiento de su influencia.
Sin necesariamente ser culpable, Bertha Alcalde Luján podría ser, otra vez, víctima de este tipo de tensiones que la han dejado fuera en otros momentos como cuando intentó ser Consejera del INE o Ministra de la Corte, entre otros cargos. En el proceso para Fiscal de CDMX se mantienen, junto con la hermana de la presidenta del partido Morena, otros seis aspirantes: Anaid Elena Valero Manzano, Mario Alberto Martell Gómez, Ulrich Richter Morales, Fernando Moreno Caballero, José Alejandro García Ramírez, Francisco Javier Rodríguez Espejel.
Los perfiles son menores e irrelevantes, salvo un par de casos que cumplen con la ciudadanización de la justicia en la capital.
Será interesante ver cuáles son los nuevos tiempos que se establecen para diseñar la terna final sobre la cual Clara Brugada elija -con anuencia o no de la presidenta Sheinbaum- la propuesta final que eventualmente deberá ser votada en el Congreso de CDMX; espacio en el que la confrontación entre tribus salga a relucir.
*** Miguel Ángel Romero: Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.
X: @MRomero_z
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Opinión
Rosacrucismo y masonería: misterio y transformación
Publicado
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05/12/2024Por
Arzate NoticiasEl Rincón de Giróvago, por J. Alejandro Gamboa.
Me intriga cómo ciertos movimientos logran trascender el tiempo, influyendo en disciplinas como la espiritualidad, el arte y la ciencia. El rosacrucismo y la masonería son dos de ellos. Estos movimientos esotéricos han dejado una huella profunda en la historia, aunque para muchos siguen envueltos en un halo de misterio, ignorancia o desconocimiento.
Adentrémonos un poco en su legado para comprender por qué aún generan fascinación y controversia.
Entre la rosa y la cruz.
El rosacrucismo surgió en Europa a principios del siglo XVII. Este movimiento proclamaba una reforma universal basada en el conocimiento místico y científico. Lo que más me llamó la atención fue el simbolismo detrás de su nombre: la rosa y la cruz. Estos no son solo adornos, sino representaciones de la unión entre lo espiritual y lo material, un equilibrio que sus miembros buscaban en su camino hacia la transformación personal.
El rosacrucismo es representado en la actualidad por organizaciones como la Antigua y Mística Orden Rosae Crucis (AMORC), fundada en 1915 en Estados Unidos, con presencia en múltiples países, aunque no se dispone de cifras exactas de membresía.
En México, su influencia parece remontarse al siglo XVIII, aunque se conoce más de ella a principios del siglo XX; su Gran Logia de Habla Hispana para América, establecida en León, Guanajuato en 1999, cuenta con miembros en 22 países del continente. Estas logias promueven la búsqueda del conocimiento espiritual y la transformación personal.
Su influencia ha sido notable. Desde la literatura hasta la filosofía, el rosacrucismo ha inspirado a artistas y pensadores. Sin embargo, no todos comparten esta admiración. Algunos críticos lo ven como un movimiento excesivamente hermético, cuya naturaleza secreta ha dado pie a malinterpretaciones y teorías conspirativas.
La masonería: construyendo valores simbólicos.
La masonería, con raíces en las guildas medievales (asociaciones de artesanos, mercaderes o comerciantes que se organizaban mediante el pago de una cuota) de constructores, va más allá de las logias que solemos imaginar. Este grupo busca el perfeccionamiento moral y espiritual de sus miembros a través de rituales y símbolos que evocan enseñanzas ancestrales.
Lo más interesante fue cómo la masonería, al igual que el rosacrucismo, comparte intereses en tradiciones como la alquimia y la cábala, formando un puente entre lo práctico y lo espiritual.
La masonería está organizada en logias que se agrupan bajo Grandes Logias o Grandes Orientes. Por ejemplo, la Gran Logia Unida de Inglaterra, fundada en 1717, es una de las más antiguas y cuenta con más de 200 mil miembros.
En México, según la información disponible al profano la masonería se estableció formalmente en 1825, y en 2019 se estimó que había alrededor de 1,750,000 masones en el país. Dentro de estas logias, existen diversos ritos como el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el Rito Yorkino y el Rito Francés o Moderno, cada uno con particularidades rituales y estructurales.
Sin embargo, también está lejos de ser un movimiento exento de críticas. Su carácter reservado ha generado desconfianza. Algunos detractores los acusan de promover ideas gnósticas alejadas de las tradiciones religiosas ortodoxas, mientras que otros defienden su papel como guardianes de conocimientos que integran ciencia, arte y espiritualidad.
Después de explorar ambos movimientos, me quedó claro que tanto el rosacrucismo como la masonería han contribuido significativamente al pensamiento esotérico occidental. Sus enseñanzas buscan algo que creo todos anhelamos en cierta medida: la transformación personal y la búsqueda de un propósito superior. Pero su hermetismo, paradójicamente, ha sido también su mayor desafío, generando tanto admiración como rechazo.
En un mundo cada vez más abierto y tecnológico, me pregunto cómo estas fraternidades podrán adaptarse y mantener su relevancia. Qué acciones están realizando para mantener a sus miembros interesados o de qué manera pueden continuar su labor apoyadas en una membresía ilustrada y humanista.
Para mí, su legado es un recordatorio de que la búsqueda de conocimiento ya sea a través de símbolos, ciencia o espiritualidad, es un camino que nos define como humanos. Quizá, al final, el verdadero misterio no está en sus rituales, sino en lo que podemos aprender de ellos sobre nosotros mismos.
***Alejandro Gamboa C. Licenciado en periodismo con estudios en Ciencia Política y Administración Pública (UNAM) Enfocado a las comunicaciones corporativas. Colaboró como co editor Diario Reforma. En temas de ciencia y comunicación en Milenio y otros medios digitales. Cuenta con 15 años dedicado a las Relaciones Públicas. Ha colaborado en la fundación de la Agencia Umbrella RP. Ha realizado trabajos como corrector de estilo, creador de contenidos y algunas colaboraciones como profesor en escuelas locales.
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No es raro que, al leer las noticias, surja la pregunta: ¿estamos más cerca de una Tercera Guerra Mundial? Como observador diletante de los eventos internacionales, me gustaría compartirles algunas reflexiones sobre las tensiones que actualmente sacuden el tablero global.
El punto de inflexión. Desde 2022, cuando Rusia invadió Ucrania, el mundo ha estado observando cómo este conflicto escala en intensidad y alcance. Pero no es solo una guerra regional; es el epicentro de una disputa mucho más grande entre las potencias occidentales y Rusia.
La incorporación de Finlandia y Suecia a la OTAN en 2023 encendió aún más las alarmas en Moscú. Rusia ve la expansión de la OTAN como una amenaza directa a su seguridad, un factor que alimenta su narrativa de defensa nacional. Me he preguntado, como muchos, si esta expansión es una estrategia preventiva o, paradójicamente, un catalizador de mayores conflictos.
Misiles de largo alcance, el juego de EUA. Antes de que Biden se vaya nos ha dejado un regalo: dio luz verde a Ucrania para usar misiles de largo alcance contra objetivos dentro de Rusia. Para algunos, esta medida representa un apoyo decisivo; para otros, una provocación que podría llevarnos al borde del abismo.
Rusia ha respondido con advertencias directas, considerando esta acción como una implicación de la OTAN en el conflicto. Esto me lleva a pensar: ¿cuánto más puede estirarse la liga antes de que se rompa?
IA y el papel de las armas nucleares. Los investigadores han planteado escenarios alarmantes sobre lo que una guerra a gran escala podría significar. En 2022, un estudio de Nature advertía que un conflicto nuclear entre Estados Unidos y Rusia podría desencadenar un “invierno nuclear”, con consecuencias catastróficas para la humanidad. Es un recordatorio crudo de que no hay ganadores.
Además, está el tema de la inteligencia artificial (IA), que ahora juega un papel clave en la seguridad global. Según la RAND Corporation, estas tecnologías tienen el potencial de cambiar radicalmente cómo se manejan las tensiones nucleares, pero también pueden aumentar el riesgo de malentendidos o respuestas automáticas peligrosas. Este es un punto que personalmente encuentro escalofriante: el futuro de la guerra podría depender de algoritmos.
¿Cooperación o confrontación? Al hablar con especialistas y leer informes, una idea persiste: el conflicto en Ucrania, la expansión de la OTAN y las decisiones estratégicas como el uso de misiles de largo alcance son piezas de un rompecabezas geopolítico que aún no sabemos cómo encajará.
Ante los bárbaros del siglo XXI, como decía el Dr. Enrique Dussel, algo queda claro: la diplomacia, la cooperación internacional y un enfoque en la paz son más necesarios que nunca.
Creo que el desafío no solo está en evitar un conflicto a gran escala, sino en redefinir cómo las naciones pueden coexistir en un mundo donde las tensiones parecen multiplicarse. Si algo nos ha enseñado la historia, es que el diálogo siempre será la mejor herramienta para prevenir el desastre.
¿Estamos al borde de una Tercera Guerra Mundial? Es difícil decirlo. Pero lo que sí podemos afirmar es que la humanidad tiene mucho que perder si no tomamos en serio las lecciones del pasado.
***Alejandro Gamboa C. Licenciado en periodismo con estudios en Ciencia Política y Administración Pública (UNAM) Enfocado a las comunicaciones corporativas. Colaboró como co editor Diario Reforma. En temas de ciencia y comunicación en Milenio y otros medios digitales. Cuenta con 15 años dedicado a las Relaciones Públicas. Ha colaborado en la fundación de la Agencia Umbrella RP. Ha realizado trabajos como corrector de estilo, creador de contenidos y algunas colaboraciones como profesor en escuelas locales.
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