Cuando usamos una red social habría que empezar por asumir que la conversación ya está siendo moderada y filtrada. Es decir, el corporativo privado sobre el cual fincamos de forma errónea nuestra libertad de expresión –llámese Facebook, X, Instagram o TikTok– representa en sí mismo un espacio regulado por algoritmos diseñados por los dueños del negocio.
Sin tener aún total claridad sobre las consecuencias de ello, el mal uso de estas plataformas es visto hoy día como la principal amenaza para la humanidad, de acuerdo con el World Economic Forum.
La pregunta más sensata para estos momentos es: ¿quién modera a los moderadores?, toda vez que la supervivencia de las sociedades pasa por transparentar, revisar y afinar los mecanismos y los lineamientos éticos sobre los cuales las big techs como Google, X, Meta y TikTok desarrollan y aplican los algoritmos que definen lo que miles de millones de personas puedan ver y discutir desde sus smartphones.
¿Puede el poder civil inmiscuirse en los asuntos de un negocio privado? Los expertos y las autoridades sostienen que sí por los alcances y consecuencias.
Cuando Google, hace más de dos décadas, afinaba su buscador y este arrojaba resultados claramente racistas o xenófobos el argumento de sus entonces desarrolladores era que la plataforma simplemente respondía a lo que sus usuarios pedían.
En otras palabras, Google no era racista sino, más bien, el motor de la plataforma se entrenaba con los millones de búsquedas que realizaban personas racistas. La herramienta era entonces un simple reflejo de la sociedad
Sin embargo, con el paso del tiempo, las plataformas (no solo Google) han evolucionado e incorporado nuevas herramientas de “autocontrol”, las cuales, aunque poco transparentes, tienen –supuestamente– como objetivo regular este tipo de deformaciones sociales.
Pero entonces: ¿qué tipo de sociedad quieren moldear los nuevos algoritmos de las big techs? La lucha por conocer esa información se vuelve cada vez más estratégica para la supervivencia humana, que es trastocada en todos sus ámbitos por estos corporativos privados.
Por ejemplo, la plataforma X que lidera el visionario pero controversial empresario Elon Musk parte de un concepto totalmente distorsionado en lo que se refiere a la libertad de expresión. En su filosofía todos tienen el derecho de expresar lo que les venga en gana no importando sus implicaciones. Dicho de otra manera, los controles son totalmente laxos y la plataforma se ha vuelto una venta de oportunidad para el antisemitismo, supremacistas blancos, racistas, xenófobos y pronazis.
Desde su punto de vista, X es la panacea dentro del ecosistema digital porque ahí sí es posible ejercer a plenitud el derecho a la libertad de expresión; sin embargo, esa posibilidad termina cuando la plataforma misma es criticada.
A inicios de semana, Charles Breyer, juez federal de California, Estados Unidos, desestimó una demanda que X había interpuesto en contra del Centro para Contrarrestar el Odio Digital (CCDH, por sus siglas en inglés), luego de que dicho organismo publicó un informe en el que evidenció que X no actuaba en contra del 99% de sus cuentas premium que incitaban al odio.
En un comunicado, el director y fundador de la organización, Imran Ahmed, acusó el intento intimidatorio del hombre más rico del mundo y se pronunció por la protección del derecho de los ciudadanos por conocer las decisiones que las plataformas toman a puerta cerrada y que impactan en la democracia, los derechos y las libertades civiles fundamentales.
*** Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.
La sutileza con la que la presidenta Claudia Sheinbaum ha venido alterando el tablero político que le fue heredado es relevante. No ha sido fácil. Ha sido posible pulsar su inconformidad a través de sus voceros y propagandistas que, disfrazados de periodistas, critican en los principales medios de comunicación las desaseadas formas en las que se edifica el llamado segundo piso de la Cuarta Transformación.
No es que busque una ruptura de los ideales y el proyecto establecido por su antecesor Andrés Manuel López Obrador, sin embargo, lo que sí quiere es dejar de tener sólo el membrete de mandataria y hacer efectivo el poder de la silla presidencial.
La designación del nuevo titular de la Fiscalía de la Ciudad de México no sólo representa una prueba para Claudia Sheinbaum en términos de control político, sino también una oportunidad para reposicionarse frente a las tribus que colonizan y conviven al interior del movimiento que fundó AMLO.
En particular, una corriente significativa dentro de la clase política ha comenzado a expresar, cada vez con mayor volumen, su incomodidad ante las maniobras para imponer a Bertha Alcalde como nueva fiscal. Un movimiento orientado a seguir la estrategia que impulsan “los duros” para mantener acotada la influencia de Sheinbaum en la capital, lugar del cual fue gobernante.
La decisión del Consejo Judicial Ciudadano de aplazar la definición de la terna de candidatos prevista para su anuncio este 2 de diciembre es un síntoma de ello. Si bien la presidenta se enfrenta a la necesidad de consolidar su liderazgo y demostrar que no es sólo una extensión del mandato de López Obrador, también debe gestionar con cautela para evitar la fragmentación de las bases que sostienen a la autodeterminada Cuarta Transformación. La familia Alcalde, con un poder consolidado, es percibida por algunos como un aliado necesario, pero, también, es vista por otros como una camisa de fuerza que la mandataria debe empezar a desabrocharse.
La Fiscalía no es sólo un asunto técnico o de política local, sino una posición estratégica en donde se juega el equilibrio de poder entre las distintas facciones de la Cuarta Transformación. Desde que salió de Ciudad de México para convertirse en candidata presidencial, Sheinbaum ha recibido agravios significativos: el descarrilamiento de Omar García Harfuch como su sucesor; la Reforma Judicial como una bomba de tiempo; la abierta y desafiante independencia de los líderes de Morena en el Congreso con Adán Augusto en el Senado y Ricardo Monreal en Diputados; así como la captura del partido Morena con Luisa María Alcalde y el hijo de AMLO, que si bien fue el vehículo que la llevó al poder, corre de manera paralela a ella, quien se supone es la máxima autoridad.
A eso se suma la renovación del periodo de Rosario Piedra en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, CNDH, contraviniendo a su candidata Nashieli Ramírez; la desaparición de los órganos autónomos constitucionales que tuvo que abrazar de manera forzada; así como una Fiscalía General inoperante con una Gertz Manero de adorno. Sin embargo, para cada muro y dique que le instalaron la mandataria ha empezado a diseñar mecanismos para sortearlos sin un abierto choque.
Por ejemplo, la Ley Harfuch que dio facultades que por diseño institucional sólo le competen a la Fiscalía General. Es decir, si Gertz Manero no es funcional y se mantiene en su perenne letargo, la Secretaría de Seguridad Pública a cargo de su persona de confianza tomará el control de la estrategia contra el crimen organizado. Harfuch estrenó su nuevo halo político con la operación Enjambre en el Estado de México que, además de dejar disminuidos a grupos criminales, también lastimó a ciertos sectores políticos en una entidad que operativamente y por diseño electoral está bajo supervisión de Andy Junior, el hijo del expresidente.
Lo mismo está ocurriendo con el vínculo entre el gobierno y el sector empresarial que tienen como instrucción, a nivel doméstico e internacional, arropar a Altagracia Gómez por encima del secretario de Economía, Marcelo Ebrard, quien en su sistemático y franco entreguismo apuesta a su sobrevivencia en el gabinete a partir de su cercanía con Jared Kushner, yerno de Donald Trump.
En ese mismo sentido, se inscribe la lucha por la titularidad de la Fiscalía de CDMX, decisión que Sheinbaum estaría por buscar arrebatarle a la dupla de Clara Brugada/Martí Batres quienes de momento no tienen ningún contrapeso en la capital y quienes planean hacer de la ciudad una plataforma electoral que funcione como contrapeso a Sheinbaum en los procesos electorales venideros y contribuya al amurallamiento de su influencia.
Sin necesariamente ser culpable, Bertha Alcalde Luján podría ser, otra vez, víctima de este tipo de tensiones que la han dejado fuera en otros momentos como cuando intentó ser Consejera del INE o Ministra de la Corte, entre otros cargos. En el proceso para Fiscal de CDMX se mantienen, junto con la hermana de la presidenta del partido Morena, otros seis aspirantes: Anaid Elena Valero Manzano, Mario Alberto Martell Gómez, Ulrich Richter Morales, Fernando Moreno Caballero, José Alejandro García Ramírez, Francisco Javier Rodríguez Espejel.
Los perfiles son menores e irrelevantes, salvo un par de casos que cumplen con la ciudadanización de la justicia en la capital.
Será interesante ver cuáles son los nuevos tiempos que se establecen para diseñar la terna final sobre la cual Clara Brugada elija -con anuencia o no de la presidenta Sheinbaum- la propuesta final que eventualmente deberá ser votada en el Congreso de CDMX; espacio en el que la confrontación entre tribus salga a relucir.
*** Miguel Ángel Romero: Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia. X: @MRomero_z
Me intriga cómo ciertos movimientos logran trascender el tiempo, influyendo en disciplinas como la espiritualidad, el arte y la ciencia. El rosacrucismo y la masonería son dos de ellos. Estos movimientos esotéricos han dejado una huella profunda en la historia, aunque para muchos siguen envueltos en un halo de misterio, ignorancia o desconocimiento.
Adentrémonos un poco en su legado para comprender por qué aún generan fascinación y controversia.
Entre la rosa y la cruz.
El rosacrucismo surgió en Europa a principios del siglo XVII. Este movimiento proclamaba una reforma universal basada en el conocimiento místico y científico. Lo que más me llamó la atención fue el simbolismo detrás de su nombre: la rosa y la cruz. Estos no son solo adornos, sino representaciones de la unión entre lo espiritual y lo material, un equilibrio que sus miembros buscaban en su camino hacia la transformación personal.
El rosacrucismo es representado en la actualidad por organizaciones como la Antigua y Mística Orden Rosae Crucis (AMORC), fundada en 1915 en Estados Unidos, con presencia en múltiples países, aunque no se dispone de cifras exactas de membresía.
En México, su influencia parece remontarse al siglo XVIII, aunque se conoce más de ella a principios del siglo XX; su Gran Logia de Habla Hispana para América, establecida en León, Guanajuato en 1999, cuenta con miembros en 22 países del continente. Estas logias promueven la búsqueda del conocimiento espiritual y la transformación personal.
Su influencia ha sido notable. Desde la literatura hasta la filosofía, el rosacrucismo ha inspirado a artistas y pensadores. Sin embargo, no todos comparten esta admiración. Algunos críticos lo ven como un movimiento excesivamente hermético, cuya naturaleza secreta ha dado pie a malinterpretaciones y teorías conspirativas.
La masonería: construyendo valores simbólicos.
La masonería, con raíces en las guildas medievales (asociaciones de artesanos, mercaderes o comerciantes que se organizaban mediante el pago de una cuota) de constructores, va más allá de las logias que solemos imaginar. Este grupo busca el perfeccionamiento moral y espiritual de sus miembros a través de rituales y símbolos que evocan enseñanzas ancestrales.
Lo más interesante fue cómo la masonería, al igual que el rosacrucismo, comparte intereses en tradiciones como la alquimia y la cábala, formando un puente entre lo práctico y lo espiritual.
La masonería está organizada en logias que se agrupan bajo Grandes Logias o Grandes Orientes. Por ejemplo, la Gran Logia Unida de Inglaterra, fundada en 1717, es una de las más antiguas y cuenta con más de 200 mil miembros.
En México, según la información disponible al profano la masonería se estableció formalmente en 1825, y en 2019 se estimó que había alrededor de 1,750,000 masones en el país. Dentro de estas logias, existen diversos ritos como el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el Rito Yorkino y el Rito Francés o Moderno, cada uno con particularidades rituales y estructurales.
Sin embargo, también está lejos de ser un movimiento exento de críticas. Su carácter reservado ha generado desconfianza. Algunos detractores los acusan de promover ideas gnósticas alejadas de las tradiciones religiosas ortodoxas, mientras que otros defienden su papel como guardianes de conocimientos que integran ciencia, arte y espiritualidad.
Después de explorar ambos movimientos, me quedó claro que tanto el rosacrucismo como la masonería han contribuido significativamente al pensamiento esotérico occidental. Sus enseñanzas buscan algo que creo todos anhelamos en cierta medida: la transformación personal y la búsqueda de un propósito superior. Pero su hermetismo, paradójicamente, ha sido también su mayor desafío, generando tanto admiración como rechazo.
En un mundo cada vez más abierto y tecnológico, me pregunto cómo estas fraternidades podrán adaptarse y mantener su relevancia. Qué acciones están realizando para mantener a sus miembros interesados o de qué manera pueden continuar su labor apoyadas en una membresía ilustrada y humanista.
Para mí, su legado es un recordatorio de que la búsqueda de conocimiento ya sea a través de símbolos, ciencia o espiritualidad, es un camino que nos define como humanos. Quizá, al final, el verdadero misterio no está en sus rituales, sino en lo que podemos aprender de ellos sobre nosotros mismos.
***Alejandro Gamboa C. Licenciado en periodismo con estudios en Ciencia Política y Administración Pública (UNAM) Enfocado a las comunicaciones corporativas. Colaboró como co editor Diario Reforma. En temas de ciencia y comunicación en Milenio y otros medios digitales. Cuenta con 15 años dedicado a las Relaciones Públicas. Ha colaborado en la fundación de la Agencia Umbrella RP. Ha realizado trabajos como corrector de estilo, creador de contenidos y algunas colaboraciones como profesor en escuelas locales.
No es raro que, al leer las noticias, surja la pregunta: ¿estamos más cerca de una Tercera Guerra Mundial? Como observador diletante de los eventos internacionales, me gustaría compartirles algunas reflexiones sobre las tensiones que actualmente sacuden el tablero global.
El punto de inflexión. Desde 2022, cuando Rusia invadió Ucrania, el mundo ha estado observando cómo este conflicto escala en intensidad y alcance. Pero no es solo una guerra regional; es el epicentro de una disputa mucho más grande entre las potencias occidentales y Rusia.
La incorporación de Finlandia y Suecia a la OTAN en 2023 encendió aún más las alarmas en Moscú. Rusia ve la expansión de la OTAN como una amenaza directa a su seguridad, un factor que alimenta su narrativa de defensa nacional. Me he preguntado, como muchos, si esta expansión es una estrategia preventiva o, paradójicamente, un catalizador de mayores conflictos.
Misiles de largo alcance, el juego de EUA. Antes de que Biden se vaya nos ha dejado un regalo: dio luz verde a Ucrania para usar misiles de largo alcance contra objetivos dentro de Rusia. Para algunos, esta medida representa un apoyo decisivo; para otros, una provocación que podría llevarnos al borde del abismo.
Rusia ha respondido con advertencias directas, considerando esta acción como una implicación de la OTAN en el conflicto. Esto me lleva a pensar: ¿cuánto más puede estirarse la liga antes de que se rompa?
IA y el papel de las armas nucleares. Los investigadores han planteado escenarios alarmantes sobre lo que una guerra a gran escala podría significar. En 2022, un estudio de Nature advertía que un conflicto nuclear entre Estados Unidos y Rusia podría desencadenar un “invierno nuclear”, con consecuencias catastróficas para la humanidad. Es un recordatorio crudo de que no hay ganadores.
Además, está el tema de la inteligencia artificial (IA), que ahora juega un papel clave en la seguridad global. Según la RAND Corporation, estas tecnologías tienen el potencial de cambiar radicalmente cómo se manejan las tensiones nucleares, pero también pueden aumentar el riesgo de malentendidos o respuestas automáticas peligrosas. Este es un punto que personalmente encuentro escalofriante: el futuro de la guerra podría depender de algoritmos.
¿Cooperación o confrontación? Al hablar con especialistas y leer informes, una idea persiste: el conflicto en Ucrania, la expansión de la OTAN y las decisiones estratégicas como el uso de misiles de largo alcance son piezas de un rompecabezas geopolítico que aún no sabemos cómo encajará.
Ante los bárbaros del siglo XXI, como decía el Dr. Enrique Dussel, algo queda claro: la diplomacia, la cooperación internacional y un enfoque en la paz son más necesarios que nunca.
Creo que el desafío no solo está en evitar un conflicto a gran escala, sino en redefinir cómo las naciones pueden coexistir en un mundo donde las tensiones parecen multiplicarse. Si algo nos ha enseñado la historia, es que el diálogo siempre será la mejor herramienta para prevenir el desastre.
¿Estamos al borde de una Tercera Guerra Mundial? Es difícil decirlo. Pero lo que sí podemos afirmar es que la humanidad tiene mucho que perder si no tomamos en serio las lecciones del pasado.
***Alejandro Gamboa C. Licenciado en periodismo con estudios en Ciencia Política y Administración Pública (UNAM) Enfocado a las comunicaciones corporativas. Colaboró como co editor Diario Reforma. En temas de ciencia y comunicación en Milenio y otros medios digitales. Cuenta con 15 años dedicado a las Relaciones Públicas. Ha colaborado en la fundación de la Agencia Umbrella RP. Ha realizado trabajos como corrector de estilo, creador de contenidos y algunas colaboraciones como profesor en escuelas locales.