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Las raíces de un día

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*Para los Yépez, los que se adelantaron y los que saben reír a carcajadas

Cuando Dinqui pasaba frente a la casa de Churro, no olvidaba recordar a la madre de este último: “Churro, chin…”. Era una forma de mostrar su aprecio entre ellos. De la misma forma, Dinqui recibía una atención similar, generalmente a la hora del desayuno, cuando Evita servía el café de olla a su numerosa prole, acompañado con bolillos calientitos recién traídos de la Macarena.

A Dinqui le gustaba el rock, aunque fue por Agustín —hermano suyo— que escuchamos por primera vez a Queen, Deep Purple, Black Sabbath y otros tantos que definieron los gustos musicales de los mocosos del barrio. En las fiestas familiares era común escuchar a los Relámpagos del norte con Cornelio Reina, Las Jilguerillas o al Palomo y el Gorrión.

Pero los escuincles queríamos probar otras opciones. El rock significaba rebeldía, y nosotros éramos unos rebeldes en ciernes; nos rebelábamos ante la insistencia de regresar a casa luego de pasar toda la tarde jugando cascarita en la calle terregosa. Nos rebelábamos frente a la jefa por su uso del monopolio de la fuerza, aunque a fuerza de fregadazos nos retornaba al redil familiar para cenar café con bolillo y dormirnos temprano, y así evitar los inconvenientes de la desmañanada, al día siguiente, para ir a la escuela urbana, pública y federal.

Dinqui contaba historias sorprendentes, chismes, por lo general. Era exagerado y gustaba de enfundarse unos pantalones muy entubados, con rayas verticales y corte de mujer, para emular a sus ídolos del rock. Su padre, miembro activo del Ejército de Salvación, le permitió a regañadientes usar aquel atuendo y dejarse crecer la greña. Seguro don Fer sabía que el poder se ejerce entre individuos libres, y entendía que a las bestias más vale mantenerlas agradecidas que belicosas.

Dinqui era el rocanrolero de la calle. Un día nos presentó a Rod Steward en senda colección de discos que incluía Los jóvenes turcos; en ese momento,algunos supimos que algo había cambiado en nuestras vidas.Dinqui y Churro eran de la misma edad. Ante su negativa de continuar estudiando —Churro estudiaba la secundaria en la veinte y Dinqui en la nueve—, sus respectivos padres los incluyeron en su propia nómina como artesanos de la construcción —albañiles, pues.

Don Fer tomaba su coca cola cuando regresaba del culto en el Salvation Army; era uno de sus escasos placeres; le gustaba bromear con el chino de la tienda, era, en esos momentos, un hombre de espíritu tranquilo que quería olvidarse un poco de las carencias, y sentir a través de su bebida la satisfacción del deber cumplido con el que todo lo mira desde arriba.

Dinqui chambeaba con su papá de lunes a sábado haciendo trabajos de albañilería en la colonia. Agustín, otro de los hijos de don Fer era el orgullo familiar: había ingresado a la Armada y ocasionalmente se le veía con su uniforme impecable. Años atrás se hacía acompañar de su guitarra. Por un tiempo fue miembro de la Tuna Compostela y daba serenatas.

Agustín era exagerado para contar historias, no menos que don Fer y Dinqui. Gustavo era otro de los hermanos menores. Heredero por igual de la tradición oral, le gustaba presumir a los chamagosos que su padre, don Fer, había sido chofer del enmascarado de plata, el mismísimo Santo. Una noche contó que al Santo y a don Fer, en una carretera de Jalisco, un grupo de luces venidas de otra dimensión les bloquearon el camino. A lo que el ídolo de la lucha libre salió del vehículo para encararlas; ya en su forma humana, aquellos seres del inframundo fueron sometidos a punta de mandarriazos —por supuesto, ayudado por su fiel acompañante, don Fer— poniendo en orden a las fuerzas del mal y haciéndoles ver que el muchacho chicho de la película gacha seguía siendo el mandamás de las historias.

Aquella noche, todos los chamagosos se burlaron de la descabellada anécdota; Luis, uno de los piojosos con mayor malicia, ante el señalamiento de Gustavo de que su papá tenía chichotas de luchador, dijo: “Más bien, tiene chichotas de lechador”, arrancando la carcajada de los mugrosos a quienes sus madres ya arriaban para volver a sus respectivos jacales a enchiquerarse.

Pese a todo, la historia permaneció en la memoria de algunos. Para confirmarla, Dinqui insistió en que, incluso, tenían una foto de don Fer con el Santo, al lado del icónico Jaguar xk. Ninguno pudimos comprobar por nuestros propios ojos la existencia de aquella foto, pero no hacía falta, tampoco era necesario repetir aquella mentira mil veces para que fuera verdad. Bastaba escucharla con el candor de Dinqui y Gustavo para certificarla bajo los argumentos simples de la imaginación.

Agustín era apodado el Chismes, por la misma propensión a exagerar las historias que contaba, como aquella en que llegó asustado a su casa desde la escuela exigiendo la atención de su madre: “No me lo van a creer, pero nos sacaron de la escuela porque un compañero se cayó en el patio y se le salieron las glándulas salivales”. No existen datos fidedignos sobre los efectos de aquella anécdota, pero es seguro que a muchos obligó a investigar sobre las glándulas que eran capaces de salirse del cuerpo, y podían dejarnos en una total indefensión aterradora por no poder babear a gusto y sin limitaciones.

Por su parte, Dinqui, rocanrolero como ya se ha dicho, un día explicó a los chamagosos que el disco que traía bajo el brazo A Day at the Races, de Queen, era, —para los que apenas mascábamos algunas palabras de la lengua de Shakespeare—: “Las raíces de un día”. Y así permaneció aquel título que resultaba más poético y, hasta cierto punto, práctico, para los rebeldes que entendíamos un carajo sobre Tie Your Mother Down o Long Away. Aunque tampoco importaba mucho. Lo que sí resultó significativo fue que Agustín siguió proveyendo a su carnal Dinqui con más material discográfico que un grupo reducido de chamagosos rebeldes disfrutamos a rabiar, empujándonos a indagar más sobre la música y llevándonos a descubrir otras formas musicales: Jazz, Pop, Soul, clásico, progresivo, punk, metal…

Dinqui era cábula, no sólo recordaba a Churro su origen, también disfrutaba poner apodos a los padres de sus otros cuates de la calle doce: “Bonita finca de adobe”, “Pelos de ángel” y “Abominable hombre de las nieves” eran algunos de los más significativos. Bonita finca de adobe era padre del Verruga, y se ganó el mote por su afición de cantar a todo pulmón y con zaguán abierto, dicha melodía popular; Pelos de ángel, el padre de Beni, tenía una cabellera encopetada como rocanrolero de los sesentas, totalmente blanca, y bigote ranchero de la misma tonalidad; Abominable hombre de las nieves era el progenitor del chino de la trece, era vendedor de helados.

Dinqui fue un gran gourmet de comida callejera. Para él, los tacos del Boni en la esquina de Cuauhtémoc y Pantitlán eran el manjar más suculento. No por nada organizaba con su cuate Lobo y otros cánidos una competencia muy particular para ver quién se zambutía más tacos y los acompañaba con una caguama. Dinqui era capaz de batir su propio récord; cuentan que llegó a comer más de cuarenta tacos de tripa, suadero y cabeza, y retacarse un par de caguamas, no sin antes bailar un jarabe tapatío para que su caja de pambazos acomodara cada taco en su lugar correspondiente. Entre vítores y risas, Lobo pagaba la cuenta y Dinqui era declarado triunfador de la competencia. Por supuesto que nadie en sano juicio se atrevía a comer más de la cuenta arriesgándose a una congestión alimenticia, se trataba de cotorrear un poco y burlarse de las carencias que cada uno había enfrentado en sus propios hogares: ahora podían darse el lujo de atiborrarse riendo, bailando y bebiendo.

No pocas veces, Churro pasó por fuera de la casa de Dinqui y gritó su nombre, luego silbó la tonada que encabrita a muchos y a otros les confirma su absoluta confianza en una amistad forjada a base de mentadas.

Es cierto que no todas las historias deben concluir tristemente; aunque en descargo se pudiera argumentar que este tremendismo se debe, tal vez, al miedo de morir, a esa muerte que se trae en los huesos desde que se nace. Hoy, en la tupida maleza de la vida, hay un eco ruidoso, placentero, mientras On The Road Again de Canned Heat suena en el barrio de Maravillas envuelto en un mayo caluroso que nos dice: “Somos más que un día, somos nuestras raíces”.

*Foto de Internet

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Presidenta, lejos de construir nuevos liderazgos en el país

*** Por Miguel Ángel Romero

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El tablero en el que la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, mueve sus fichas no solo es complejo, sino que ella no lo diseñó y muchas de las piezas que supuestamente debería poder usar y habilitar no responden a ella. Parece una natural consecuencia ante el elefante en la sala del cual nadie habla: para muchos actores políticos su legitimidad es de papel.

Los 36 millones de votos que obtuvo en la pasada elección son vistos como una consecuencia inercial y un reflejo del capital político que sí construyó el expresidente Andrés Manuel López Obrador. Por lo tanto, no son de ella, son prestados y el “respaldo” puede dejar de serlo o cambiar de sentido de ser necesario.

Bajo esa premisa, es totalmente entendible que la postura del partido Morena -que fue el vehículo para llevarla al poder- busque lucir con independencia al gobierno. La “institucionalización” del movimiento que fundó AMLO no pasa por respaldar incondicionalmente a quien hoy habita en Palacio Nacional, sino que corre de manera paralela con una estrategia de creación de cuadros y militancia que funcionará más como contrapeso que como soporte. Sheinbaum estará lejos de poder construir o impulsar nuevos liderazgos en todo el país.

Al menos, así lo dejó entrever Luisa María Alcalde en entrevista que le dio a El País en donde disfraza esa “sana distancia” entre el partido y la mandataria como una táctica para no caer supuestamente en los vicios que instauró el PRI cuando fue hegemónico, tal como ahora lo es Morena. El hijo del ex presidente AMLO, Andy López, (señalado por corrupción) como protagonista en las decisiones del instituto político que recibirá en 2025 más de 2 mil 500 millones de pesos de dinero público.

Otras pruebas de que el régimen se endurece sin el liderazgo de la presidenta son la reforma judicial, la incorporación de la Guardia Nacional al Ejército, la ratificación de Rosario Piedra al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos para complacer a los militares, así como la próxima eliminación de órganos autónomos constitucionales; a lo que se le suma que en la Ciudad de México, de donde salió y no logró imponer a Omar García Harfuch como Jefe de Gobierno y en vez de él se le instaló un dique más con Clara Brugada.

En el control de crisis y para no lucir lastimada, Sheinbaum está siendo orillada a abrazar determinaciones que están lejos de su alcance, y sobre, todo de su convicción. La próxima jugada en el tablero que podría continuar exhibiendo su poco margen maniobra será la definición del titular de la Fiscalía General de la CDMX, una posición clave, en donde todo indica será ungida Betha Alcalde Luján; es decir, se suma una figura de contención al tablero.

En el Congreso de la Unión, la presidenta tiene que lidiar con dos personajes que mantienen una franca e incluso grosera independencia de ella. Sirven al régimen (personificado en AMLO) pero no a la ahora inquilina de Palacio Nacional.

Adán Augusto en el Senado y Ricardo Monreal desde la Cámara de Diputados quienes, para cuidar y proteger su propio espectro de poder, alientan y promueven -de manera velada- la narrativa que Sheinbaum no guarda mayor capital político y que el título de presidenta es un membrete que no tiene mayor incidencia en el ámbito legislativo, un espacio en el que ellos dan continuidad a la agenda que marcó AMLO, como la eliminación de órganos autónomos, y desde donde incluso se aventuran a abrir nuevas discusiones, como lo es una reforma fiscal que, si bien luce necesaria, la presidenta se comprometió a no llevarla a cabo.

Es muy temprano para asegurar que esta tendencia continuará pero a escaso mes y medio en el poder queda claro que todos los actores políticos y piezas en el tablero que supuestamente deberían estar en sintonía con la presidenta están hoy en día funcionando como un contrapeso: una definición por sí misma problemática ya que, de momento, no parece haber incentivos para que todos esos diques y muros diseñados por AMLO para heredar su poder, quieran moverse o busquen la colaboración con Claudia Sheinbaum. Y, por el contrario, sí existen estímulos para que cada uno de ellos busque acotar y restringir a Sheinbaum: conservar su parcela de poder.

La presidenta no está feliz. Ha usado a sus voceros y propagandistas en medios de comunicación para, por lo menos, poner de manifiesto que muchas de las acciones que están endureciendo el régimen no las comparte, ya sea por la forma o por el fondo. Una proyección lógica a mediano plazo es que ambas visiones choquen: el andamiaje construido por AMLO versus el que busque instalar Sheinbaum.

Será interesante ver si el argumento que todos utilizan para maltratar a la presidenta se mantiene. ¿Hasta dónde podrá usar la legitimidad prestada para construir la propia? El problema no es menor y no se constriñe a ella, sino también a la forma en cómo los ciudadanos vamos a padecer ese natural encontronazo.

*** Miguel Ángel Romero: Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.
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Hoy, día clave para las relaciones México-EU. UU.

***Miguel Ángel Romero Ramírez

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La agenda binacional, de por lo menos los próximos 6 años, entre México y Estados Unidos tiene en este martes 5 de noviembre un día clave. Mientras concluyen las elecciones estadounidenses que podrían llevar de vuelta a Donald Trump a la Casa Blanca; en México, la Suprema Corte analiza el proyecto que podría frenar parcialmente el esfuerzo del oficialismo -ahora, con Claudia Sheinbaum a la cabeza- para romper el equilibrio entre poderes y así provocar una crisis constitucional sin precedentes. Sucesos históricos que traerán consigo profundas consecuencias.

A medida que ambos casos se desarrollan, vale la pena revisar cómo estos líderes, aunque desde espectros ideológicos distintos, mantienen similitudes que colocan en una franca desventaja a la región. Se trata de coincidencias enmarcadas en el manual del populismo que encuentra, cada vez más, espacio y margen de tracción derivado de un desencanto de los ciudadanos por un sistema democrático.

En lo que respecta a concentración de poder, ambos la buscan a partir de la figura del “pueblo” entendida esta como la imagen que los habilita y “autoriza” para cuestionar e ignorar las normas establecidas con la finalidad de acatar dicha “voluntad”.

Mientras Trump se presenta como una figura antisistema que “realmente” escucha al pueblo, Sheinbaum coloca como piedra angular de la reforma judicial, los 36 millones de votos obtenidos en las urnas para intentar instalar la falacia de que dicho resultado la autoriza y habilita para emprender cualquier acción, aunque estas vayan en contra de los principios democráticos.

Los líderes populistas tienden a dividir a la sociedad en “el pueblo” y “los otros”, generalmente representados como élites corruptas o adversarios. Trump se posiciona como el defensor de los “americanos reales” frente a una élite que presuntamente los menosprecia, consolidando una base leal que ve en sus enemigos los obstáculos al progreso.

Sheinbaum, también polariza al referirse a los opositores de la reforma judicial como “conservadores” que buscan frenar el cambio, estableciendo una división que genera desconfianza hacia quienes no comparten su peligroso proyecto de romper el orden constitucional mexicano.

Ambos comparten una estrategia de deslegitimación de sus detractores. Trump acusa a los medios y a los demócratas de conspirar en su contra, sugiriendo incluso que sus derrotas son producto de fraudes, lo que mina la confianza en las instituciones democráticas. Sheinbaum etiqueta a medios críticos como “conservadores” y denosta en sus conferencias a todo aquel sector o grupo de la sociedad que no comparte sus ideales autoritarios.

La oferta de soluciones simples y rápidas a problemas complejos es otra táctica común. Trump promete construir muros y negociar tratados, presentando estos temas complejos como resolubles por él solo. Sheinbaum, por su parte, promete una transformación radical en México, promoviendo la una reforma judicial que, como han admitido incluso sus propios asesores como el ex Ministro Arturo Zaldívar, no resuelve de fondo la impunidad que prevalece la sociedad mexicana porque su objetivo primordial es cooptar y eliminar un contrapeso esencial que establece un régimen democrático.

El control de la narrativa pública también distingue a los populistas. Trump empleó redes sociales, especialmente Twitter, para difundir sus mensajes sin mediadores, presentándose como el defensor de los “estadounidenses olvidados” y desacreditando a los medios como “fake news”. Sheinbaum utiliza el poderoso andamiaje de propaganda digital heredado de López Obrador para instalar como culpable de la crisis constitucional a la Suprema Corte de Justicia de la Nación que lo único que ha hecho es ejercer su natural papel de contrapeso.

Cabe destacar que la seducción de las mayorías por este tipo de liderazgos no es fortuita y no se limita a la región de Norteamérica. El virus del populismo tiene como un componente de efectividad en su propagación a sociedades desilusionadas porque no han encontrado respuestas puntuales a sus demandas. La generalizada mediocridad de la clase política gobernante ha tenido como una de las principales consecuencias el ensanchamiento de la brecha de desigualdad; y es ahí, en ese espacio en el que los líderes populistas encuentran margen de maniobra para capitalizar el resentimiento y el enojo.

La advertencia, en ambos casos, es que el poder concentrado en manos de una sola figura, en detrimento de la independencia de instituciones clave como el poder judicial, suele conducir a dinámicas autoritarias, donde la justicia se convierte en un mecanismo de persecución o protección de ciertos intereses.

La ansiedad binacional por lo que ocurra este martes en ambos lados del Río Bravo crece, y no es para menos, pues las consecuencias futuras pueden ser profundas y devastadoras tanto para la sociedad mexicana como para la estadounidense.

Miguel Ángel Romero: Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.
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La narrativa del miedo y cómo la violencia se convierte en control

***Alejandro Gamboa C.

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La violencia no es sólo un acto físico. En los últimos años he observado algo nada nuevo pero que vale la pena volverlo a señalar: cómo se convierte la violencia en una herramienta política, un espectáculo mediático cuyo propósito principal es sembrar el miedo.

En América Latina, los medios de comunicación y los grupos de poder han sabido jugar con este temor, manipulando la realidad para mantener sociedades controladas y sumisas.

El caso de Colombia es emblemático. Durante décadas, el conflicto armado ha dominado los titulares de los periódicos, especialmente en las zonas rurales. En el interior de esas noticias no siempre se cuenta el contexto completo. Se muestran los actos de violencia de manera aislada, creando una narrativa que, en lugar de buscar soluciones, alimenta la percepción de que la violencia es inevitable. Esta representación ha ayudado a crear una cultura donde el miedo no solo paraliza, sino que normaliza lo inaceptable​

Este enfoque fragmentado es una herramienta efectiva para evitar conversaciones profundas sobre las raíces de los conflictos.

En México, el narcotráfico ha aprovechado esta capacidad mediática para construir su propio discurso de poder. Los cárteles han adoptado la violencia como un mensaje, transformando sus crímenes en espectáculos diseñados para infundir pavor. La brutalidad, captada por las cámaras y luego transmitida masivamente, contribuye a una atmósfera de inseguridad que afecta a la población, generando el terror necesario para mantener su dominio​

Los medios, principalmente comerciales de comunicación, al difundir estas imágenes, se convierten en amplificadores de la estrategia del miedo, tal vez sin intencionalidad (o tal vez sí), pero definitivamente con consecuencias devastadoras.

Lo más alarmante es que esta misma estrategia no se limita a grupos armados. Gobiernos en la región han aprendido a manipular el miedo para justificar acciones que atentan contra las libertades civiles.

En Argentina y Chile, durante las dictaduras, los gobiernos militares utilizaron la violencia del estado como una herramienta silenciosa, apoyados en una narrativa mediática que presentaba a los opositores como enemigos peligrosos. El miedo era la llave para mantener a la sociedad bajo control y aceptar lo inaceptable​.

El uso del miedo también se ha modernizado. En la era de la información instantánea, las redes sociales han demostrado ser un campo fértil para la difusión de noticias que influyen en el comportamiento social.

Durante la pandemia de COVID-19, el miedo al virus fue exacerbado por la sobreexposición a la información, creando ansiedad y pánico en la población. Las redes, que amplifican el contenido que genera más emociones, mostraron lo peligrosas que pueden ser como vehículo del miedo​

La violencia en nuestro país ha sido amplificada y convertida en espectáculo por los medios de comunicación comerciales, donde las noticias sensacionalistas y el uso de narrativas melodramáticas capturan la atención de las audiencias y mantienen a los espectadores en un ciclo constante de entretenimiento morboso.

Un claro ejemplo de esta construcción de narrativas fue el uso de recreaciones de crímenes y eventos violentos en cine y televisión durante el México posrevolucionario. Películas como El automóvil gris (1919) y La banda del automóvil (también de 1919) dramatizaban la violencia real o la mezclaban con escenas ficcionadas, convirtiendo los crímenes en espectáculos visuales destinados a generar impacto emocional y captar el interés de la audiencia.

Estas producciones, que mezclaban documental y ficción, ayudaban a los medios a construir una visión sensacionalista de la criminalidad y el peligro en la vida cotidiana.

Actualmente, este enfoque no solo persiste, sino que se refuerza en programas de noticias, series y reality shows que explotan crímenes y actos violentos. Muchos de estos contenidos incluyen escenas re-creadas, manipuladas o narradas de manera sensacionalista para maximizar la respuesta emocional de los espectadores.

Esta exposición intensiva a imágenes y relatos violentos fomenta una percepción desproporcionada de inseguridad y una especie de fascinación morbosa, lo que contribuye a un estado de vigilancia constante en la población, atrapándola en un ciclo de consumo de violencia como entretenimiento.

Este fenómeno convierte a los espectadores en participantes involuntarios de un espectáculo que perpetúa el miedo y la desconfianza en el entorno social, manteniéndolos enganchados en un contexto donde la violencia no es solo una realidad, sino un producto de consumo continuo que define y refuerza la visión del mundo de quienes lo observan.

Debemos cuestionar el rol de los medios en nuestra percepción del miedo. ¿Hasta qué punto somos partícipes involuntarios de esta maquinaria de terror? ¿Estamos consumiendo noticias que informan o que manipulan nuestras emociones? La violencia es real, pero su representación a menudo es un reflejo distorsionado con fines oscuros.

Es momento de que dejemos de ser víctimas de estas narrativas y recuperemos nuestra capacidad crítica. No podemos permitir que el miedo siga siendo el arma favorita de quienes desean mantenernos sometidos. La violencia no solo deja marcas físicas; deja cicatrices profundas en nuestra percepción de la realidad. Pero lo más disruptivo es que el miedo, ese enemigo invisible, puede que sea más peligroso que el mismo acto violento.

***Alejandro Gamboa C. Licenciado en periodismo con estudios en Ciencia Política y Administración Pública (UNAM) Enfocado a las comunicaciones corporativas. Colaboró como co editor Diario Reforma. En temas de ciencia y comunicación en Milenio y otros medios digitales. Cuenta con 15 años dedicado a las Relaciones Públicas. Ha colaborado en la fundación de la Agencia Umbrella RP. Ha realizado trabajos como corrector de estilo, creador de contenidos y algunas colaboraciones como profesor en escuelas locales.

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