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Opinión

Corrupción en sistema penitenciario impide avance de reinserción social

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Por: Karla Vázquez Plata*

El Derecho Penitenciario en México es un tema de gran trascendencia, ya que regula el sistema encargado de que se cumplan las penas impuestas en las sentencias y las medidas de seguridad necesarias en un proceso. El principal objetivo para el que fue creado el sistema penitenciario es para garantizar el respeto de los derechos humanos de las personas que están privadas de su libertad.

Los principios que rigen el sistema penitenciario son la dignidad, igualdad, legalidad, debido proceso, transparencia, confidencialidad, publicidad, y proporcionalidad, los cuales al ser cumplimentados conforme a Derecho pueden satisfacer la finalidad del sistema penitenciario que es la Reinserción Social.

El reto de la Reinserción Social en nuestro país abarca dos vertientes: falta de presupuesto y corrupción.

Para aterrizar en estas problemáticas, el sistema penitenciario en México ha implementado una serie de programas que ayudan a los presos a practicar actividades que los ayuden a ser capaces de tener una vida digna en el momento que vuelvan a gozar de su libertad.

Se les enseña un oficio y reciben apoyo para el desarrollo de su personalidad, lo cual es un punto clave para que se tenga una reinserción social satisfactoria, sin afectar derechos de terceros pero, sobre todo, que cambie su forma de vida sin quebrantar las leyes ni bienes jurídicos tutelados por las leyes penales.

Educación, el deporte, talleres, oficios, capacitaciones laborales e industria son una gran ayuda para su desarrollo psicoemocional, su personalidad y sobre todo su salud física y mental, ya que gracias a la realización de estas actividades aumentan su autoestima y en sus funciones cognitivas para la realización de actividades productivas.

Si todas las bases de funcionamiento del sistema penitenciario se llevaran a cabo como se tiene estipulado en los protocolos y manuales de actuación, la reinserción social seria una realidad plena y total, pero lamentablemente estamos rodeados de un sistema basado en la corrupción de toda regulación y personal que tienen la obligación de seguir con los lineamientos para que el sistema penitenciario funcione.

La falta de presupuesto tanto para recursos materiales, para satisfacer necesidades básicas de los reclusos, así como para el pago del personal que integra todo un centro penitenciario, es sumamente escasa, lo cual ha sido causa de que el sistema penitenciario en nuestro país sea corrompido en todos los aspectos que lo conforman.  

Si hacemos un análisis del Diagnostico Nacional de Supervisión Penitenciaria, que realiza cada año la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, podemos concluir que casi todos los centros penitenciarios carecen de algún recurso, material, personal o capacitación para tener control que permita la satisfacción de sus  necesidades, y con ello lograr una correcta reinserción.

El hecho de no salvaguardar los derechos humanos de las personas es un punto negativo para nuestro sistema, porque no se logra una reinserción social, sobre todo si existe una constante vulneración a los derechos fundamentales de las personas privadas de su libertad, por ello es que la falta de presupuesto es un punto detonante que ha causado que en México las cárceles no cumplan con su función para las cuales fueron creadas.

Existe una cadena de carencias que no permiten que el Derecho y el Sistema Penitenciario cumpla con sus objetivos, comenzando con el bajo presupuesto, y la corrupción de las autoridades por falta de capacitación del personal pero, sobre todo por no tener profesionales con ética y moral para desempeñar adecuadamente sus funciones.

Como sociedad tenemos el reto para enfrentar la cruda realidad en las cárceles que nos refleja que no sólo limitan al ser humano el derecho de libertad individual, sino el deterioro de su calidad de vida.

En la mayoría de los penales, el hacinamiento es un grave problema, así como las malas condiciones de salud, alimentación, servicios básicos y recreación.

Para lograr reinsertar al individuo a la sociedad se deben respetar los derechos humanos que la Constitución y Tratados Internacionales consagran.

Como medida urgente es necesario tener voluntad y compromiso de las autoridades competentes para que la política de reinserción funcione, lo cual debe ser de acuerdo con la implementación de programas continuos de reinserción social exitosos. También de políticas y leyes que acompañen la transformación del sistema desde su organización, funcionamiento, formas de atender necesidades, quejas e incluso sugerencias que ayuden a cambiar el sistema de manera positiva, siempre actuando con el respeto a los derechos humanos.

Estos son los ejes cruciales para contribuir al cambio. Además, es necesario que el sistema penitenciario esté representado y atendido por profesionales capacitados, con objetivos de un verdadero cambio para la sociedad del país, con ideas de implementación, y estrategias para mejorar y cambiar las condiciones de vida que se viven en un penal.

Definitivamente las condiciones en que viven los encarcelados  debe ser con respeto a la dignidad humana y a los derechos inherentes del individuo abarcando las esferas de: infraestructura digna, alimentación adecuada, atención médica de calidad sin excepción alguna, trabajo digno, derecho y acceso a la  educación e inclusión y acceso a  programas para lograr la reinserción social contrastado con los fines de la pena y la doctrina de tratamiento penitenciario, pero sobre todo el personal debe de tener los valores que son indispensables para ocupar direcciones  y cargos que permitan realizar todas las acciones y programas necesarios que hagan un cambio radical por conseguir la reinserción social de las personas, y que un vez cumplida su pena impuesta sean capaces de tener una vida digna, pero sobre todo tengan otro panorama de la vida en sociedad.

La solución la tenemos todos como sociedad exigiendo que el Estado atienda los focos rojos de corrupción, que haga que el presupuesto llegue total y completo a cada necesidad de cada centro penitenciario pero, sobre todo, que contrate al personal competente capaz de seguir al pie de la letra los principios, leyes, regulaciones, protocolos de actuación y demás herramientas jurídicas.

Falta potencial, faltan personas que tengan el valor de llevar a cabo todas las acciones propuestas para tener un sistema penitenciario ideal para las personas privadas de su libertad.

Es una lucha difícil pero no imposible, porque hay personal preparado y capacitado, solo es cuestión de que el sistema, que ha sido corrompido, permita trabajar a las personas que de verdad buscamos un cambio por el bien no sólo de las personas que están privadas de su libertad, si no de la sociedad en general.  

*Estudiante de la Maestría en Ciencias Penales de la Facultad de Derecho de la Barra Nacional de Abogados

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Opinión

Presidenta, lejos de construir nuevos liderazgos en el país

*** Por Miguel Ángel Romero

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El tablero en el que la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, mueve sus fichas no solo es complejo, sino que ella no lo diseñó y muchas de las piezas que supuestamente debería poder usar y habilitar no responden a ella. Parece una natural consecuencia ante el elefante en la sala del cual nadie habla: para muchos actores políticos su legitimidad es de papel.

Los 36 millones de votos que obtuvo en la pasada elección son vistos como una consecuencia inercial y un reflejo del capital político que sí construyó el expresidente Andrés Manuel López Obrador. Por lo tanto, no son de ella, son prestados y el “respaldo” puede dejar de serlo o cambiar de sentido de ser necesario.

Bajo esa premisa, es totalmente entendible que la postura del partido Morena -que fue el vehículo para llevarla al poder- busque lucir con independencia al gobierno. La “institucionalización” del movimiento que fundó AMLO no pasa por respaldar incondicionalmente a quien hoy habita en Palacio Nacional, sino que corre de manera paralela con una estrategia de creación de cuadros y militancia que funcionará más como contrapeso que como soporte. Sheinbaum estará lejos de poder construir o impulsar nuevos liderazgos en todo el país.

Al menos, así lo dejó entrever Luisa María Alcalde en entrevista que le dio a El País en donde disfraza esa “sana distancia” entre el partido y la mandataria como una táctica para no caer supuestamente en los vicios que instauró el PRI cuando fue hegemónico, tal como ahora lo es Morena. El hijo del ex presidente AMLO, Andy López, (señalado por corrupción) como protagonista en las decisiones del instituto político que recibirá en 2025 más de 2 mil 500 millones de pesos de dinero público.

Otras pruebas de que el régimen se endurece sin el liderazgo de la presidenta son la reforma judicial, la incorporación de la Guardia Nacional al Ejército, la ratificación de Rosario Piedra al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos para complacer a los militares, así como la próxima eliminación de órganos autónomos constitucionales; a lo que se le suma que en la Ciudad de México, de donde salió y no logró imponer a Omar García Harfuch como Jefe de Gobierno y en vez de él se le instaló un dique más con Clara Brugada.

En el control de crisis y para no lucir lastimada, Sheinbaum está siendo orillada a abrazar determinaciones que están lejos de su alcance, y sobre, todo de su convicción. La próxima jugada en el tablero que podría continuar exhibiendo su poco margen maniobra será la definición del titular de la Fiscalía General de la CDMX, una posición clave, en donde todo indica será ungida Betha Alcalde Luján; es decir, se suma una figura de contención al tablero.

En el Congreso de la Unión, la presidenta tiene que lidiar con dos personajes que mantienen una franca e incluso grosera independencia de ella. Sirven al régimen (personificado en AMLO) pero no a la ahora inquilina de Palacio Nacional.

Adán Augusto en el Senado y Ricardo Monreal desde la Cámara de Diputados quienes, para cuidar y proteger su propio espectro de poder, alientan y promueven -de manera velada- la narrativa que Sheinbaum no guarda mayor capital político y que el título de presidenta es un membrete que no tiene mayor incidencia en el ámbito legislativo, un espacio en el que ellos dan continuidad a la agenda que marcó AMLO, como la eliminación de órganos autónomos, y desde donde incluso se aventuran a abrir nuevas discusiones, como lo es una reforma fiscal que, si bien luce necesaria, la presidenta se comprometió a no llevarla a cabo.

Es muy temprano para asegurar que esta tendencia continuará pero a escaso mes y medio en el poder queda claro que todos los actores políticos y piezas en el tablero que supuestamente deberían estar en sintonía con la presidenta están hoy en día funcionando como un contrapeso: una definición por sí misma problemática ya que, de momento, no parece haber incentivos para que todos esos diques y muros diseñados por AMLO para heredar su poder, quieran moverse o busquen la colaboración con Claudia Sheinbaum. Y, por el contrario, sí existen estímulos para que cada uno de ellos busque acotar y restringir a Sheinbaum: conservar su parcela de poder.

La presidenta no está feliz. Ha usado a sus voceros y propagandistas en medios de comunicación para, por lo menos, poner de manifiesto que muchas de las acciones que están endureciendo el régimen no las comparte, ya sea por la forma o por el fondo. Una proyección lógica a mediano plazo es que ambas visiones choquen: el andamiaje construido por AMLO versus el que busque instalar Sheinbaum.

Será interesante ver si el argumento que todos utilizan para maltratar a la presidenta se mantiene. ¿Hasta dónde podrá usar la legitimidad prestada para construir la propia? El problema no es menor y no se constriñe a ella, sino también a la forma en cómo los ciudadanos vamos a padecer ese natural encontronazo.

*** Miguel Ángel Romero: Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.
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Hoy, día clave para las relaciones México-EU. UU.

***Miguel Ángel Romero Ramírez

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La agenda binacional, de por lo menos los próximos 6 años, entre México y Estados Unidos tiene en este martes 5 de noviembre un día clave. Mientras concluyen las elecciones estadounidenses que podrían llevar de vuelta a Donald Trump a la Casa Blanca; en México, la Suprema Corte analiza el proyecto que podría frenar parcialmente el esfuerzo del oficialismo -ahora, con Claudia Sheinbaum a la cabeza- para romper el equilibrio entre poderes y así provocar una crisis constitucional sin precedentes. Sucesos históricos que traerán consigo profundas consecuencias.

A medida que ambos casos se desarrollan, vale la pena revisar cómo estos líderes, aunque desde espectros ideológicos distintos, mantienen similitudes que colocan en una franca desventaja a la región. Se trata de coincidencias enmarcadas en el manual del populismo que encuentra, cada vez más, espacio y margen de tracción derivado de un desencanto de los ciudadanos por un sistema democrático.

En lo que respecta a concentración de poder, ambos la buscan a partir de la figura del “pueblo” entendida esta como la imagen que los habilita y “autoriza” para cuestionar e ignorar las normas establecidas con la finalidad de acatar dicha “voluntad”.

Mientras Trump se presenta como una figura antisistema que “realmente” escucha al pueblo, Sheinbaum coloca como piedra angular de la reforma judicial, los 36 millones de votos obtenidos en las urnas para intentar instalar la falacia de que dicho resultado la autoriza y habilita para emprender cualquier acción, aunque estas vayan en contra de los principios democráticos.

Los líderes populistas tienden a dividir a la sociedad en “el pueblo” y “los otros”, generalmente representados como élites corruptas o adversarios. Trump se posiciona como el defensor de los “americanos reales” frente a una élite que presuntamente los menosprecia, consolidando una base leal que ve en sus enemigos los obstáculos al progreso.

Sheinbaum, también polariza al referirse a los opositores de la reforma judicial como “conservadores” que buscan frenar el cambio, estableciendo una división que genera desconfianza hacia quienes no comparten su peligroso proyecto de romper el orden constitucional mexicano.

Ambos comparten una estrategia de deslegitimación de sus detractores. Trump acusa a los medios y a los demócratas de conspirar en su contra, sugiriendo incluso que sus derrotas son producto de fraudes, lo que mina la confianza en las instituciones democráticas. Sheinbaum etiqueta a medios críticos como “conservadores” y denosta en sus conferencias a todo aquel sector o grupo de la sociedad que no comparte sus ideales autoritarios.

La oferta de soluciones simples y rápidas a problemas complejos es otra táctica común. Trump promete construir muros y negociar tratados, presentando estos temas complejos como resolubles por él solo. Sheinbaum, por su parte, promete una transformación radical en México, promoviendo la una reforma judicial que, como han admitido incluso sus propios asesores como el ex Ministro Arturo Zaldívar, no resuelve de fondo la impunidad que prevalece la sociedad mexicana porque su objetivo primordial es cooptar y eliminar un contrapeso esencial que establece un régimen democrático.

El control de la narrativa pública también distingue a los populistas. Trump empleó redes sociales, especialmente Twitter, para difundir sus mensajes sin mediadores, presentándose como el defensor de los “estadounidenses olvidados” y desacreditando a los medios como “fake news”. Sheinbaum utiliza el poderoso andamiaje de propaganda digital heredado de López Obrador para instalar como culpable de la crisis constitucional a la Suprema Corte de Justicia de la Nación que lo único que ha hecho es ejercer su natural papel de contrapeso.

Cabe destacar que la seducción de las mayorías por este tipo de liderazgos no es fortuita y no se limita a la región de Norteamérica. El virus del populismo tiene como un componente de efectividad en su propagación a sociedades desilusionadas porque no han encontrado respuestas puntuales a sus demandas. La generalizada mediocridad de la clase política gobernante ha tenido como una de las principales consecuencias el ensanchamiento de la brecha de desigualdad; y es ahí, en ese espacio en el que los líderes populistas encuentran margen de maniobra para capitalizar el resentimiento y el enojo.

La advertencia, en ambos casos, es que el poder concentrado en manos de una sola figura, en detrimento de la independencia de instituciones clave como el poder judicial, suele conducir a dinámicas autoritarias, donde la justicia se convierte en un mecanismo de persecución o protección de ciertos intereses.

La ansiedad binacional por lo que ocurra este martes en ambos lados del Río Bravo crece, y no es para menos, pues las consecuencias futuras pueden ser profundas y devastadoras tanto para la sociedad mexicana como para la estadounidense.

Miguel Ángel Romero: Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.
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Opinión

La narrativa del miedo y cómo la violencia se convierte en control

***Alejandro Gamboa C.

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La violencia no es sólo un acto físico. En los últimos años he observado algo nada nuevo pero que vale la pena volverlo a señalar: cómo se convierte la violencia en una herramienta política, un espectáculo mediático cuyo propósito principal es sembrar el miedo.

En América Latina, los medios de comunicación y los grupos de poder han sabido jugar con este temor, manipulando la realidad para mantener sociedades controladas y sumisas.

El caso de Colombia es emblemático. Durante décadas, el conflicto armado ha dominado los titulares de los periódicos, especialmente en las zonas rurales. En el interior de esas noticias no siempre se cuenta el contexto completo. Se muestran los actos de violencia de manera aislada, creando una narrativa que, en lugar de buscar soluciones, alimenta la percepción de que la violencia es inevitable. Esta representación ha ayudado a crear una cultura donde el miedo no solo paraliza, sino que normaliza lo inaceptable​

Este enfoque fragmentado es una herramienta efectiva para evitar conversaciones profundas sobre las raíces de los conflictos.

En México, el narcotráfico ha aprovechado esta capacidad mediática para construir su propio discurso de poder. Los cárteles han adoptado la violencia como un mensaje, transformando sus crímenes en espectáculos diseñados para infundir pavor. La brutalidad, captada por las cámaras y luego transmitida masivamente, contribuye a una atmósfera de inseguridad que afecta a la población, generando el terror necesario para mantener su dominio​

Los medios, principalmente comerciales de comunicación, al difundir estas imágenes, se convierten en amplificadores de la estrategia del miedo, tal vez sin intencionalidad (o tal vez sí), pero definitivamente con consecuencias devastadoras.

Lo más alarmante es que esta misma estrategia no se limita a grupos armados. Gobiernos en la región han aprendido a manipular el miedo para justificar acciones que atentan contra las libertades civiles.

En Argentina y Chile, durante las dictaduras, los gobiernos militares utilizaron la violencia del estado como una herramienta silenciosa, apoyados en una narrativa mediática que presentaba a los opositores como enemigos peligrosos. El miedo era la llave para mantener a la sociedad bajo control y aceptar lo inaceptable​.

El uso del miedo también se ha modernizado. En la era de la información instantánea, las redes sociales han demostrado ser un campo fértil para la difusión de noticias que influyen en el comportamiento social.

Durante la pandemia de COVID-19, el miedo al virus fue exacerbado por la sobreexposición a la información, creando ansiedad y pánico en la población. Las redes, que amplifican el contenido que genera más emociones, mostraron lo peligrosas que pueden ser como vehículo del miedo​

La violencia en nuestro país ha sido amplificada y convertida en espectáculo por los medios de comunicación comerciales, donde las noticias sensacionalistas y el uso de narrativas melodramáticas capturan la atención de las audiencias y mantienen a los espectadores en un ciclo constante de entretenimiento morboso.

Un claro ejemplo de esta construcción de narrativas fue el uso de recreaciones de crímenes y eventos violentos en cine y televisión durante el México posrevolucionario. Películas como El automóvil gris (1919) y La banda del automóvil (también de 1919) dramatizaban la violencia real o la mezclaban con escenas ficcionadas, convirtiendo los crímenes en espectáculos visuales destinados a generar impacto emocional y captar el interés de la audiencia.

Estas producciones, que mezclaban documental y ficción, ayudaban a los medios a construir una visión sensacionalista de la criminalidad y el peligro en la vida cotidiana.

Actualmente, este enfoque no solo persiste, sino que se refuerza en programas de noticias, series y reality shows que explotan crímenes y actos violentos. Muchos de estos contenidos incluyen escenas re-creadas, manipuladas o narradas de manera sensacionalista para maximizar la respuesta emocional de los espectadores.

Esta exposición intensiva a imágenes y relatos violentos fomenta una percepción desproporcionada de inseguridad y una especie de fascinación morbosa, lo que contribuye a un estado de vigilancia constante en la población, atrapándola en un ciclo de consumo de violencia como entretenimiento.

Este fenómeno convierte a los espectadores en participantes involuntarios de un espectáculo que perpetúa el miedo y la desconfianza en el entorno social, manteniéndolos enganchados en un contexto donde la violencia no es solo una realidad, sino un producto de consumo continuo que define y refuerza la visión del mundo de quienes lo observan.

Debemos cuestionar el rol de los medios en nuestra percepción del miedo. ¿Hasta qué punto somos partícipes involuntarios de esta maquinaria de terror? ¿Estamos consumiendo noticias que informan o que manipulan nuestras emociones? La violencia es real, pero su representación a menudo es un reflejo distorsionado con fines oscuros.

Es momento de que dejemos de ser víctimas de estas narrativas y recuperemos nuestra capacidad crítica. No podemos permitir que el miedo siga siendo el arma favorita de quienes desean mantenernos sometidos. La violencia no solo deja marcas físicas; deja cicatrices profundas en nuestra percepción de la realidad. Pero lo más disruptivo es que el miedo, ese enemigo invisible, puede que sea más peligroso que el mismo acto violento.

***Alejandro Gamboa C. Licenciado en periodismo con estudios en Ciencia Política y Administración Pública (UNAM) Enfocado a las comunicaciones corporativas. Colaboró como co editor Diario Reforma. En temas de ciencia y comunicación en Milenio y otros medios digitales. Cuenta con 15 años dedicado a las Relaciones Públicas. Ha colaborado en la fundación de la Agencia Umbrella RP. Ha realizado trabajos como corrector de estilo, creador de contenidos y algunas colaboraciones como profesor en escuelas locales.

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